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Danza de sirenas
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Sr. Eduardo Hernández Jiménez
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Limón. Limón.
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Al sur de Matina entre Cocle
y Veragua una larga punta de bosque se extendía, penetrando el azul mar
Caribe, bosques vírgenes de verde profundo.
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Un silencioso amanecer teñido de oro y plata ocurrió un
hecho del que hoy solo quedan mudos testigos, oxidados cañones y anclas
cubiertas de coral. En algún lugar del
Caribe de Costa Rica.
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Esta es la historia.
Esta es la leyenda.
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Un navío inglés se deslizaba silencioso entre bancos de
coral y arrecifes, delante del otro navío, éste era Portugués armado de tres
palos, con sus velas henchidas por el viento trataba de evadir al lento pero
poderoso Port Royal de 45 metros de eslora, portaba 50 cañones en la cubierta
baja, en la cubierta alta apostados con culebrinas de abordaje, los hombres
esperaban la orden de abrir fuego sobre el navío Portugués.
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El Peregrino navío de menor envergadura capitaneado por
el Cojo Sequeiro, astuto y despiadado mercader de
esclavos. Trataba de escabullirse
entre los bancos coralinos, al menos 80 esclavos con bozales encadenados a
cubierta por los grilletes lacerando sus escuálidas carnes, cuerpos
temblorosos y ojos desorbitados anunciaban el terror que se avecinaba.
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Era común canjear por cacao esclavos en las subastas
del pueblo de los pardos en Cartago era un bien negociable de oferta y
demanda en plazas públicas, además de muy fuertes y resistentes superaban a
los indígenas, rebeldes y resentidos por la muerte de un líder indígena que
fue ejecutado en una plaza de Cartago, después decapitado se ordenó poner su
cabeza en alto, en una filosa punta de una pica para escarmiento de los que
violaban las reglas de la corona y la iglesia. Estos feroces guerreros preferían la muerte
a servirle de esclavo al amo español.
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Al Cojo Sequeiro le seguían
desde lejos el pirata Benito también despiadado y temible como todos los
predadores del Caribe de esa época, incluso el navío inglés Port Royal fue
sustraído por él en una escaramuza en un cayo de Jamaica, he hizo ejecutar a
los sobrevivientes de la tripulación.
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Entre los esclavos encadenados en cubierta habían
mujeres jóvenes y algunos muchachos, ambos muy bien cotizados para trabajos
en las haciendas de cacao de Matina y en la ganadería de la región de
Esparza.
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El Peregrino tenía de mascaron de proa la figura de una
bella sirena de ojos azules y cabello rubio, adornaba su delicado cuello un
collar de perlas tallado por algún fino artesano portugués.
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Benito Bonito dio la orden de encender las mechas de
los imponentes cañones, un retumbo rompió el silencio de estos bellos parajes
a la vez una andanada de fuego iluminó la cubierta del Port royal, los
cañones vomitaron las pesadas balas de hierro fundido impactando sobre la
cubierta del Peregrino, la proa fue la primera en sufrir las consecuencias de
los certeros disparos del navío inglés, en esta acción la imagen de la bella
sirena se desprendió y quedó flotando en la superficie como mirando el cielo
azul en contraste con sus ojos, una suave corriente marina le depositó en una
solitaria playa. El Peregrino
respondió el fuego con la destartalada artillería que había quedado en
pie. No era suficiente para hacer
mella a Benito Bonito y su reputación que ansiosa esperaba la orden de
abordar el Peregrino.
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Nuevamente se escuchó un estruendo, eran las culebrinas
de la cubierta alta que abrieron fuego sobre la humanidad de esclavos y
tripulantes, trozos de carne y madera volaron por los aires, las azules y transparentes
aguas se tiñeron de rojo, así se dio el inicio de la batalla cuerpo a cuerpo,
llevando la ventaja Benito Bonito, en aquel tumulto quedaron frente a frente
Benito y el Cojo que se abalanzaron como fieras enloquecidas blandiendo
espada y sable, ambos excelentes espadachines, en el Puerto de Palos el Cojo
tenía fama en haberse batido con los mejores espadachines y salir victorioso,
ya fuese en duelo o en las tabernas frecuentadas en el bajo mundo de
corsarios y piratas. Igual de famoso
lo era Benito Bonito que luchaba hasta contra cuatro a la vez en abordajes a
galeones españoles.
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En aquella trifulca la fuerte corriente acercó
peligrosamente ambos navíos, mientras Benito y el Cojo entre jadeos y
alaridos luchaban con fiereza, sus polainas resbalaban en los charcos de
sangre de esclavos, piratas y mercaderes.
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Los esclavos sobrevivientes entre gemidos y súplicas
pedían que se les soltara, miraban horrorizados al navío hacer agua, que se
hundía lentamente, además del peligro de acercarse a un banco de coral cerca
de la costa donde les esperaba una muerte terrible, era su temor a morir
ahogados sin poder soltarse de las ataduras.
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El combate se centró entre piratas y mercader, pidiendo
ambos que les dejaran resolver este violento encuentro,
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De pronto un sonido rasgo el viento. SAS y en fracción de segundos los dos
combatientes se quedaron como petrificados con una mueca de dolor en sus
rostros, se fueron inclinando lentamente hasta caer inertes en la ensangrentada
cubierta, ambos heridos de muerte por una flecha que les atravesó el corazón
de un certero disparo hecho por un grupo de nativos que se acercaban
sigilosamente.
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Ante la confusión del segundo oficial del Port Royal
dio la orden de soltar amarras y así abandonar y alejarse del peregrino sin
enfrentar a los numerosos nativos que tenían fama de bravos guerreros. Quedaron algunos mercaderes mal heridos y
esclavos encadenados en cubierta.
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Los nativos con mucha cautela y desconfianza se fueron acercando
al semihundido buque, las compuertas entreabiertas habían perdido el calafate
produciendo la entrada de borbollones de agua al interior del casco.
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Habían canoas de cuatro hombres y otras de tres, mientras uno
remaba los demás apuntaban amenazantes a los sobrevivientes con sus lanzas de
puntas afiladas.
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Los tripulantes del navío inglés se marchaban dejando a
los esclavos a su suerte, a pesar de perder a su capitán Benito Bonito no
tomaron represalia alguna con los nativos, posiblemente la pérdida del barco
y la muerte de gran número de esclavos no hacía atractivo el botín.
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Uno de los nativos que parecía ser el jefe, ataviado
con collares de oro y conchas, una corona de plumas de colores adornaba su
negra cabellera que caía sobre sus anchos hombros. El fue quien dio
señal de subir a cubierta, cautelosos desconfiados además de amenazantes con
sus lanzas subieron de tres en tres.
Un tripulante Portugués intentó incorporarse espada en mano, de
inmediato uno de los guerreros le atravesó con su lanza hiriéndole de muerte.
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Con súplicas los esclavos pedían a gritos que los
soltaran, esto llamó la atención del jefe quien intentaba comunicarse en un
lenguaje indescriptible para los prisioneros, ellos a la vez también con
extraños dialectos suplicaban por auxilio.
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Fue una chica bozal la que con seña mostró al indígena
las llaves que colgaban al lado del timón de popa, él no sabía que hacer con ellas así que se las pasó a sus manos temblorosas
logrando soltarse de los grilletes que le aprisionaban, a pesar de la
debilidad y entumecimiento de su cuerpo se arrastró hasta los demás esclavos
liberando primero las mujeres, después los jóvenes. En uno de los glúteos mostraba la cruel
marca hecha con hierro candente que la identificaba como esclava propiedad
del cruel mercader.
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Los traficantes de esclavos no traficaban con negros
mayores de treinta, la vida útil de un esclavo no llegaba a los treinta y
cinco años a causa del trabajo y mal trato del amo.
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Para los que se encontraban en la cubierta baja el
tiempo se había acabado. Estaba
inundada y no se podía hacer nada por ellos.
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Los nativos hicieron seña a los esclavos para subir a
las canoas luego llevándolos a tierra, a los tripulantes agonizantes los
dejaron allí a su suerte, mas tarde fueron alimento
de tiburones.
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El mascarón de proa del Peregrino, la bella sirena
esculpida por las manos de un artista anónimo, fue trasladado por los nativos
a la cual le hicieron un altar de piedra adorándole como una diosa que vino
del mar.
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Se dice que los nativos liberaron a los africanos
quienes se metieron en la selva donde fueron capturados por los españoles,
llevándoles luego a Cartago para ser subastados al mejor postor, tiempo después
algunos adquirieron su libertad y se asentaron en el Valle de la Boca del
Monte, allí se mezclaron con criollos, hoy su sangre fluye por las venas de
algunos costarricenses.
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Quizás algún político, un deportista famoso o un
laborioso campesino. Que ni ellos
mismos lo saben ni lo podrían entender.
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Una playa tan larga y blanca que huele a coco y sal.
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Fragancias de mirto hilan hilan.
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Por las noches la luz es suficiente de las estrellas su
claridad.
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Danzan en luna llena sirenas y piratas.
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Aquí nacieron vivieron y murieron pescadores
solitarios.
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Sus almas hacen música en el silencio.
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Ritmos mandinga bozal.
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David el banjo.
Bato los timbales. Salomón las
maracas.
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Danzan sirenas.
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Bailan piratas.
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Gimen esclavos,
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Duerme inmenso Caribe.
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Duerme pueblo moreno.
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Duerme profundo misterio.
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Esta leyenda me la contó David pescador solitario de
Cahuita, quien por las noches de luna llena contemplaba la danza de sirenas y
piratas.
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El Peregrino lo encontré yo.
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Cañones, anclas y grilletes oxidados, fueron testigos
de esta historia que gira en torno a fantasía y realidad.
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