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Anécdotas y costumbres limonenses

 

Sra. Adela Zamora Sáenz.

Limón, Limón.

Llegue a trabajar a Limón el 2 de marzo del año 1943.

 

 

En la estación del ferrocarril me esperaban una amiga herediana, la profesora Virginia Martínez Cortes y Ala Lucia Coto, una niña hija de la familia en cuya casa iba a vivir.

 

La ciudad me pareció imponente.  El Parque Vargas con aquellos arboles añosos cargados de parasitas, caminamos cien metros al norte, el comisariato, un almacén de mayor tamaño que los que había en el resto del país.  Doblamos hacia el oeste, las personas que íbamos encontrando, muy bien vestidas.  Las mujeres con vestidos vaporosos, de colores claros, almidonados.  Mucha gente en bicicleta.  Posteriormente supe que la bicicleta era el medio de transporte popular.

 

A ambos lados de la calle edificios de dos plantas, algo inusual en el resto del país.  Me llamo la atención la Pensión Costa Rica, un edificio de piedra de tres pisos.

 

El Mercado Municipal parecía un parque rodeado de aéreas verdes, con árboles, y asientos de cemento para uso de los transeúntes.  En la parte central tenía una torre que lucía un gran reloj, que daba las horas mediante campanadas.

 

El edificio del correo, un edificio con señorío, que espero reciba el mantenimiento que merece.

 

Diagonal al estadio de Base_ball, que posteriormente empezó a llamarse Estadio Big Boy en memoria de un destacado beisbolista limonense, estaba la casa donde llegue a vivir.

 

Un edificio de madera de dos plantas.  La planta baja ocupada por establecimientos comerciales: panadería, pulpería, reparadora de zapatos, venta de carbón, etc.

 

En la segunda planta las viviendas.  Encontré una familia acogedora y cariñosa, el Don Ramón W. Mora, un señor muy distinguido, fino y bien educado; ella Doña Margarita Montero, una señora de baja estatura, apariencia agradable, festiva y conversadora.  Con ellos me sentí cómoda y feliz.

 

La casa era amplia, rodeada de corredores pero carecía de un lugar cómodo para lavar la ropa; por ese motivo Virginia, mi compañera y yo bajábamos al patio vecino donde había pilas y agua en abundancia.

 

Pronto fui conociendo las señoras que ocupaban las mismas pilas, entre ellas una a quien llamaban Miss Low, murió poco tiempo después.

 

Asistí al funeral que me pareció imponente.  Los asistentes hombres y mujeres muy bien vestidos, ellos de traje oscuro, azul o negro; ellas de vestido negro, morado o blanco, la cabeza cubierta con elegantes sombreros, en el pecho cruzada en diagonal todas llevaban una cinta morada con el nombre de la Logia a que pertenecían, impreso en letras doradas.

 

Caminaban en fila doble, aparte los hombres de las mujeres, en perfecta formación entonando himnos en inglés.  Nadie conversaba.

 

Doscientos metros al sur de la catedral llegó aquel desfile, portando el féretro, para abordar el tren que los conduciría al cementerio; ubicado en Milla 1.

Antes del sepelio se pronunciaron discursos y oraciones.

 

Terminada la ceremonia volvimos al tren que nos llevaría de regreso a la ciudad.

Entre ellos yo era una persona extraña y diferente, pero me trataban con respecto y consideración.

 

EL EJÉRCITO DE SALVACIÓN SALVATION ARMY

 

Un domingo por la mañana, del año en que llegué trabajar a Limón, donde casi todo me parecía diferente, fui sorprendida por una banda militar que presidía un imponente desfile.

 

Hombres y mujeres muy bien vestidos con el uniforme del Ejercito de Salvación que yo no conocía, en colores azul, blanco y rojo, con adornos dorados, la cabeza cubierta con un kepis.

 

Lucían muy elegantes y marchaban al paso que ordenaba la banda.

 

El recorrido fue por varias calles de la ciudad, recuerdo que hicieron una parada frente a la escuela de Miss Jessie.  Ella pronunció unas palabras y el desfile siguió.

 

Caminé siguiendo el desfile sin importarme otra cosa que no fuera admirar aquello, para mi no antes visto.

 

ANÉCDOTA

 

Llegó a Limón un Barco Español, cuyo nombre no recuerdo.  Era un barco escuela.  Circularon las invitaciones para asistir a la ceremonia de inauguración del evento.

 

Presentes las autoridades principales y algunos vecinos de la ciudad, dio inicio el acto protocolar.

 

1._ Ejecución del Himno Nacional.

2._ La banda empezó a tocar el Himno de España.

 

Y nuestro capitán de puerto, luciendo su uniforme de gala, salió con su esposa a bailar.

 

ANÉCDOTA

 

La gerencia invito a una recepción en honor de un director de la Northern Railroad Company, un Lord proveniente de Londres.

 

El salón de la casa del gerente muy bien decorado.

 

Los invitados muy bien vestidos.  Los hombres con traje completo, camisa de manga larga y corbata.

 

Las señoras luciendo sus mejores galas, ansiosas esperábamos la aparición del Lord.

 

De pronto entro al salón un señor bajito, regordete, con sandalias, sin medias, pantalón blanco, que parecía no conocer la plancha, una guayabera celeste con palmeras de colores.

 

Saludo: Buenas tardes.

 

Los asistentes nos quedamos sin palabras.