|
|
|
|
Tragedias en las montañas de dota
|
|
Lino el de la culebra
|
|
|
|
Terciopelo. También se le dice Toboba Tiznada, Barba
Amarilla, Nauyaca o Rabo Amarillo.
|
|
Ramón Lino Ramírez
Elizondo
|
1995
|
|
Al Lector
|
|
Espero en estas líneas poder complacer
a muchos amigos y dar a conocer parte de mi vida y de mis historias, a la vez
agradecemos a todos los que en una u otra forma hicieron
posible que yo pudiera narrarles y llegar hasta ustedes.
|
|
¡Muchas Gracias!
|
|
Dedicación:
|
A la zona de Los Santos
que tanto quiero!
|
|
|
Tragedias en las Montañas
de Dota:
|
Lino el de la Culebra
|
|
Corría el año 68 y tenía
como patrón al señor Rodrigo Solís Ureña.
Eran tiempos difíciles. Todo era
muy barato pero el dinero muy escaso.
En esa época un jornal era de ¢6 o sea ¢36 a la semana y yo gastaba
¢28 en el diario por lo que me quedaban ¢8 para otras necesidades. Mi hogar se componía de 5: 3 chiquitos, mi
esposa y yo. No se podía sacar un día
porque uno se desfinanciaba y le costaba volverse a poner al día, a no ser
que hiciera un contrato o "estajo" para las tardes, sólo así le quedaba algo
más ya fuera para ahorrar o para algún lujillo. Por lo que a mí, esas tardes eran para
emplearlas en un terrenillo que con mucho sacrificio había comprado, por lo
que no podía perder tiempo.
|
|
El señor Rodrigo Solís
desde mucho tiempo atrás había estado haciendo viajes a la montaña con otros
compañeros y en el trabajo comentaba con los peones todas las aventuras y
tragedias ocurridas en esos viajes. A
mí, desde que era un chiquillo, me gustaba andar en la montaña, ya fuera por
cacería o por conocer; le ponía mucha atención a todo lo que me rodeaba y
hacía muchas preguntas.
|
|
Esas montañas están al sur
de Santa María de Dota; atravesándolas se llega a San Isidro de Pérez
Zeledón.
|
|
Seguro Rodrigo, como nos
vio tan entusiasmados, nos invitó a uno de esos viajes. Para nosotros no era mucho problema porque
él nos pagaba el tiempo que tanta falta nos hacía para esos viajes.
|
|
Eso no era cualquier día;
tenía que haber poco trabajo, mucha salud y buen tiempo. Casi siempre era al comienzo o fin de
verano.
|
|
Estábamos invitados pero
no llegaba ese día. Una vez que se
terminó la cogida de café, se había hecho la poda y guardado la leña para el
invierno, Rigo nos dijo: -"Alístense para el
viaje". Yo por experiencia sabía que
es un deporte muy pesado, pero como dice el refrán "Lo que con gusto se hace
hasta la muerte sabe", me importaban poco las penurias.
|
|
Por fin el mentado
viaje. Como 2 días antes empezamos a
planear y un lunes en la madrugada salimos, íbamos seis, todos adultos. Como a las 6 de la mañana Rigo dejó el carro en Naranjo y nos internamos en la
montaña. Como a las 10 llegamos a una
zanja que no pudimos pasar. Anduvimos
zanja arriba por espacio de 2 horas y nada.
Cansados y con hambre resolvimos almorzar. Iba con nosotros un alcohólico, Antonio
Vargas (Toño Pancho) y al no encontrar agua para el almuerzo Rigo nos dio un trago de guaro de un litro que llevaba
para una emergencia. Seguro a Toño le
hizo mucho efecto y resolvió devolverse; le insistimos para que continuara y
no fue posible, más bien pidió otro trago y una vez que se lo tomó se
despidió y regresó a Naranjo donde vivía.
Ese mismo día, como a las 5 de la tarde, hicimos un rancho para dormir
ya que no habíamos podido pasar la zanja; al día siguiente resolvimos
regresar pues ya habíamos perdido un día.
De regreso, en el camino nos encontramos el cuchillo y el sombrero de
Toño Pancho. Con el guarillo ni cuenta
se había dado de que los había dejado perdidos.
|
|
Fue así como terminó el
primer viaje.
|
|
Segundo Viaje - Diciembre
1969
|
|
En este viaje íbamos 5. Fue diferente el camino; una vez que
llegamos a Naranjo comenzamos a subir por un camino de bestia que llegaba a
un lugar llamado Montecarlo. Son 28
vueltas. A ese camino lo llaman el
camino de Bello, porque un señor con ese nombre lo había trazado para ir a
San Isidro de Pérez Zeledón.
|
|
Era un cuatro de Diciembre
y había amanecido de temporal. Como a
las 9:00 de la mañana llegamos un poco cansados a un rancho propiedad de
Jenaro Jiménez. Como había un camón, Rigo trató de acostarse para descansar un poco y este se
quebró. Tuvimos que repararlo para no
dormir en el suelo. Todo ese día y la
noche llovió y en la mañana, como el tiempo no mejoraba, nos devolvimos. Cuando llegué a mi casa me sorprendí porque
me encontré a otra señora cuidando los chiquitos. Mi señora estaba en el hospital porque
había ido a traer un ternero y se había fracturado una pierna. Y así, con esa tragedia, terminó el segundo
viaje.
|
|
Tercer Viaje - Marzo 1970
|
|
Esta vez íbamos cuatro:
Rodrigo Solís, José Joaquín Badilla, Leonardo Arguedas y Lino, el que les
cuenta. Fue de seis días y pasando
muchas penalidades como a continuación verán.
En el primer día no hubo mucha novedad, sólo que tuvimos que atravesar
no menos de 35 zanjas, algunas tan difíciles que teníamos que halar las ramas
de algún árbol que se arrimara más a la leña y así poder bajar por él; una
vez en la zanja había que buscar la salida y no era nada difícil. Con doce horas de andar terminó ese
día. Casi de noche hicimos el rancho
para dormir y descansar.
|
|
Segundo día: Ese día
anduvimos poco, sólo 8 horas. Llovió
muy temprano y el terreno era muy quebrado.
Como a las 2 de la tarde hicimos el rancho en el que acampamos y
dormimos. Ese rancho fue muy fácil
construirlo pues había cualquier cantidad de palmito y con varas de esa
planta no nos costó hacerlo.
|
|
Tercer día: Como de
costumbre salimos a las seis de la mañana.
A poco de caminar ya era otro clima; sólo palmito blanco había y no
hacía tanto frío. La montaña cambió,
las plantas eran otras, en fin, diferente vegetación. Los jilgueros ya no se oían, más bien eran yigüirros collarejos y otras clases de aves las que
cantaban; se veían más monos y el rastro de zainos y dantas se
multiplicó. Ya no había pavilla negra,
sólo granaderas y pavones; los quioros y las cusingas se oían por todos lados. Íbamos por una fila y no había agua. Yo llevaba una pavilla negra sin arreglar
encima de la carga; la había matado al salir del rancho. En eso aparecieron unos pavones y los
tiramos: uno se fue baleado y el otro cayó muy cerca y lo recogimos. Yo me comprometí a llevarlos pero boté la
pavilla negra.
|
|
Como a las 2 de la tarde
llegamos al borde de un barranco con una naciente de agua. Desde ese alto, como a unos 25 Km se veía un valle en
el que nosotros creíamos que estaba El Río Brujo que buscábamos. Fue así como hicimos un descanso, en el
cual decidimos que hacer, si devolvernos porque ya teníamos tres días sin
hallar el objetivo o bajar esos 25
Km y salir por San Isidro de Pérez Zeledón. Todos acordamos lo último y comenzamos a
bajar. Anduvimos hasta las cinco de la
tarde y llegamos a una parte donde la naciente, que era la guía que
llevábamos, ya era una quebrada. La
hondura era tan reducida que la luz era poca y eso que estábamos en el verano
por lo que no hicimos rancho y dormimos en una playa de arena debajo de una
roca. Me puse a arreglar el pavón y me
alegró mucho ver a unos pececillos que comían desperdicios. Pusimos la carne a cocinar y como a las 10
de la noche estábamos comiendo a la luz de la luna. Del caldo hicimos un arroz un poco seco y
lo que sobró Rigo lo echó en la misma olla, la puso
encima de la carga y nos sirvió para el almuerzo del día siguiente.
|
|
Cuarto día: Seguro el ruido
del agua nos despertó más temprano porque a las 5 de la mañana ya estábamos
desayunando y todavía faltaba para las seis cuando emprendimos el viaje. Llevábamos un perro y aunque no era muy
experto en cacería cada momento echaba los tepescuintles
al agua. Nos dábamos cuenta porque
nosotros íbamos por la orilla de la quebrada y los oíamos caer, hasta que
mojaban las piedras. No podíamos
hacerles caso porque nos interesaba más llegar al río, pero tantos fueron que
en una ocasión dijo Rigo que en ese lugar por lo
menos que habían era cuarenta por manzana. Muy rápido la quebrada se fue haciendo
grande y muchos otros nacientillos la iban alimentando. Nosotros la llamamos la guía pero
actualmente le dicen La Bomba.
|
|
Fue como a las ocho y
media que llegamos a un terreno muy parejo y la montaña muy limpia. Nos rendía más el camino lo que es característica del clima cálido. Como ya andábamos sin dificultad, media
hora más tarde por debajo de la montaña vimos el buscado río. Casi no se oye porque caminaba por lo
llano; era como lo imaginábamos, sólo que para ser de verano estaba un poco
grande y nos costó atravesarlo porque estaba mejor el otro lado para
acampar. Una vez instalados nos
dispusimos a bañarnos y asearnos un poco, porque en el camino no hay mucho
tiempo para eso. Ya refrescados y un
poco más limpios hicimos un fuego para calentar el almuerzo y una vez llenos
y tranquilos, nos echamos una siesta que nos hacía falta y la merecíamos. Después de dormir nos pusimos a pescar;
llevábamos cuerda y un anzuelo pero no sabíamos que carnada se usaba. Probamos con todo lo que encontramos y no
nos dio resultado. El río estaba muy
claro y eso nos perjudicó. Se veían
muchos peces pero no picaban. Como
prevención llevábamos unos cartuchos de dinamita y con todo el dolor y la
gana de comer pescado echamos una bomba en una poza la cual quedó blanca de
peces muertos. Sacamos los suficientes
para llenar una cazuela y el resto se desperdició.
|
|
|
José Joaquín Quingo
Badilla y algunos familiares.
|
|
Como a las tres de la tarde resolvimos
ir a hacer una picada o trillo para el día siguiente y así no atrasamos
porque a veces en 500
metros dura uno hasta tres horas para poder
pasar. José Joaquín (Quingo) se quedó
cocinando y hasta donde íbamos haciendo el trillo llegaba el olor y nos
cogían las ganas de devolvernos a comer.
Como a las cinco nos devolvimos y cuando llegamos el pescado estaba
listo. ¡Tanto lo habían tostado que
más bien parecía aserrín!, pero olían y sabían muy bien. Después de comer el rico aserrín nos
pusimos a hacer que pescábamos mientras se nos bajaba la comida pues ese día
había variado el menú y habíamos comido más.
En días anteriores el menú se componía de carne de monte, atún,
palmito, galleta de soda y aguadulce.
Sólo los primero días comíamos diferente; la comida la llevábamos
hecha de la casa. Como a las 7 de la
noche resolvimos ir a dormir, siempre con la luz de la luna.
|
|
Quinto día: Ese día, como
todos los demás, desayunamos y emprendimos el camino, pero no había
precisa. Como la víspera habíamos
hecho un poco de camino, salimos como a las seis y media y una vez que se
terminó la picada empezamos de nuevo con más fuerza que el día anterior. Teníamos muy poco de trabajar cuando nos
encontramos con un pedregal que de ninguna forma pudimos pasar; casi ni el
cuchillo podíamos tirar porque se nos desafilaba. Entre esas piedras había una como de dos
metros y medio de alto. Era un pilar
cuadrado y como a los 2
metros tenía un hueco de cada lado; en 3 había una
cuña de hecha de piedra que muy bien calzaba en esos huecos, pero faltaba
una. La buscamos y la encontramos casi
tapada por la vegetación; limpiamos el hueco y la dejamos puesta. Nos devolvimos y una vez en el río bajamos
por la margen izquierda; era muy limpia y pareja por lo que nos rendía mucho
el camino. Como a la hora de caminar
encontramos, una picada, aunque muy vieja, pero ya no teníamos que
hacerla. Poco más adelante vimos donde
habían estado huaqueando pues por ese lado hay mucha muestra de panteones
indios. Cada vez había más señales de
gente y como a las 3 horas de caminar encontramos una
abra. Le buscamos el trillo de salida,
seguimos por ese trillo y llegamos a un potrero con un rancho en el cual
estaba una señora con unos chiquillos.
Le preguntamos que cuánto se gastaba a San Isidro de Pérez Zeledón y
nos dijo que ellos se iban en 12 horas a pie.
Por el potrero pasaba una quebrada y en una poza estaban 2 chiquillos
pescando; tenían 2 peces como de kilo y medio cada uno. Las cuerdas más bien parecían un rosario,
sólo nudos; 2 herrumbrados anzuelos que cuando se pegaban tenían que
consumirse para despegarlos y así seguir pescando, pues eran los únicos, les
dejamos un poco de material de pesca y se alegraron mucho. Seguimos por el potrero y llegamos a un
puente de hamaca que atraviesa el río Savegre, que
como a mil metros se junta con el río Brujo.
Ya pasando el puente estaba el camino tractoreado y habían
varias casas. Una de ellas de un
familiar de Leonardo el muchacho que iba con nosotros. Leonardo ya conocía ese lugar. Llegamos como a las doce del día. No nos había llovido en dos días de camino,
pero cuando entramos a la casa del pariente de Leonardo, llovió por espacio
de una hora. Una vez que almorzamos y
escampó, volvimos a emprender el camino, ya con menos carga pues lo que no
ocupábamos lo dejamos en esta casa. Ya
éramos sólo tres, porque Leonardo y el perro, que era de él, se quedaron. Salimos como a la una de la tarde un poco
maltratados pero más tranquilos porque ya no había estorbos ni teníamos que
trabajar para poder pasar. Como a las
5 nos alcanzó un señor de apellido Sibaja que tenía una finca en Savegre Abajo. Iba
en una bestia y caminó un poco con nosotros.
Le contamos en parte de donde veníamos y nos dijo que él vivía en
Pueblo Nuevo y que tenía un carro; que cuando llegáramos a ese lugar lo
llamáramos y él nos iba a llevar a San Isidro. Nos dio la dirección para que buscáramos la
casa en Pueblo Nuevo y que no importaba la hora que fuera. Se despidió y se fue. Nos faltaban como 6 ó 7 horas de camino
para llegar a ese lugar, pero le agradecimos mucho. Todavía de día y muy cansados seguimos
trocha arriba comiendo papayas maduras que había a las orillas del
camino. Empezó a oscurecer y nos alumbraba
el camino la luna y unos charrales que estaban ardiendo, pues la lluvia sólo
había caído en Savegre Abajo. Llegamos a un semillano
donde habían unas casas y una pulpería. Llevábamos tan quemados los pies que ya no
sabíamos que hacer. Rigo compró un poco de harina para echarla dentro de los
zapatos. Todos lo hicimos y seguimos
el camino. Como a la hora de andar se
nos hizo una mezcla de sudor y harina que más parecía una arepa para pescar
trucha. Fue cuando José Joaquín se
acostó a la orilla del camino y dijo que nos fuéramos y lo dejáramos ahí, que
ya no podía más, que si se llegaba a componer algún día llegaba. Rigo y Quingo
cambiaron zapatos. Todos le sacamos la
arepa, descansamos un poco y ya Quingo con otro calzado y menos cansado,
siguió el camino. Era una cuesta muy
parada y llevábamos mucha sed. Como no
había agua, sólo un poquito en los huecos que dejaban los cascos de las
bestias en el lodo, y saber cuántos días tenía de empozada, así teníamos que
tomarla y con tanta dificultad. Por
fin se terminó la cuesta, llegamos a un llano y a poco de caminar encontramos
un chorrito de agua y todos queríamos tomar de primeros. Rigo llevaba una
tapa de conserva de chiverre; con la sed y el hambre que teníamos se nos hizo
poco. Una vez saciada la sed y el
hambre, seguimos por ese llano pero a poco caminar comenzó una bajada y
nosotros casi no podíamos caminar, se nos doblaban las piernas y los ratones
abundaban como en una bodega de queso.
Se terminó la bajada y llegamos a un río. Estábamos en Pueblo Nuevo. Buscamos la casa indicada y una vez que la
localizamos llamamos al señor Sibaja y le costó despertar. Tenía razón pues eran las doce de la noche. Una vez en el carro es poco de lo que me
acuerdo porque con el cansancio, el sueño y la tranquilidad de que no tenía
que caminar más, de seguro me dormí; sólo recuerdo cuando llegamos a una
estación de Servicio en San Isidro.
Bebimos y comimos en un restaurante y también recuerdo cuando Rigo nos dijo: "espérenme aquí, cuidado se duermen; voy a
ir a comprar los tiquetes para salir a las 4 de la mañana". Se me cerraban los ojos y me quería dormir;
Quingo me hablaba y yo casi no lo oía.
Una vez en el bus me dormí y me vine a despertar cuando Rigo le decía a Quingo en el Cerro de la Muerte: "Mira, por
aquella fila fue por donde bajamos".
Cuando llegamos a El Empalme un señor nos dijo que en Santa María
había salido una comisión a buscarnos porque ya eran 6 días y no llegábamos. Rigo buscó un
carro que nos llevó a Santa María. Yo
me quedé en mi casa pues vivo 3
Km antes de llegar al centro. Rigo y Quingo
tuvieron que ir como 2 horas para adentro de Naranjo para poder alcanzar a
los que nos iban a buscar.
|
|
Fue así como terminó este
tercer y largo viaje.
|
|
Cuarto Viaje - Año 1971
|
|
Este cuarto viaje fue el
más penoso y trágico de todos. Éramos
4: Rodrigo Solís, José Joaquín Badilla, Álvaro Chacón y Lino Ramírez. A las 6 de la mañana nos dejó el carro en Naranjo. Para no mentir por lo penoso y trágico,
vamos a contarles que por espacio de no menos de cinco horas nos tocó llevar
al hombro entre los cuatro, diez láminas de zinc que dejamos en el Mirador,
lugar que habíamos escogido como punto de partida para seguir
explorando. El lugar lo descubrimos en
el tercer viaje y le pusimos El Mirador porque de ahí se divisa gran parte de
San Isidro de Pérez Zeledón y muchos otros lugares. Ese Mirador tiene un llano del cual salen
nacientes para los 4 puntos cardinales y ese fue el motivo por el que estuvimos
extraviados. Como por espacio de 2
horas le estuvimos dando vueltas al llano y llegábamos a la misma parte. Lo estudiamos y vimos que los nacientes
tenían diferentes direcciones y ya sabiendo dónde estábamos nos quedamos en
una de ellas. Fue ahí donde queríamos
hacer un rancho fijo para punto de partida.
|
|
Ese día, como teníamos el
trillo hecho, llegamos temprano y nos dispusimos a comenzar el rancho antes
de la lluvia. No era mucho el trabajo,
sólo poner unas horquetas y varillas para colocar el zinc. Nos quedamos dos terminando el rancho y
buscando leña seca para que no se mojara y dos se fueron por el llano arriba
para ver qué había. Como a la hora y
media llegaron y dijeron que se habían encontrado un corte de palmito morado
muy grande, que parecía un bananal.
Una vez terminado el rancho y con buena leña seca, lo estrenamos
descansando y durmiendo.
|
|
Segundo Día: Este día fue
muy tranquilo hasta la noche.
Caminamos como tres horas y llegamos a un súrtubal
como de 3 manzanas; era un poco parejo y tenía agua por dos lados. A mí me gustó y les dije: "Este terreno es
mío y no les voy a permitir cortar ni una sola súrtuba". Caminamos casi todo el día como unos 5 Km por la margen derecha
del río Brujo. Es un poco parado el
terreno pero es muy buena tierra. Muy
largo se oye una catarata que se calcula que tiene unos 500 metros de
altura. Dicen que son varias y todas
muy grandes. Las conocen los que andan
de cacería; son gentes de Providencia de Dota y dicen que han perdido muchos
perros porque se van en ellas con el animal que andan corriendo. Después de la última comienza el llano y
casi no corre agua.
|
|
Ese mismo día, ya casi de
noche y con un poco de lluvia, nos pusimos a hacer el rancho. Estábamos mojados pero no nos importaba
porque el clima era caliente. Al
limpiar para hacer el rancho, encima de un pedazo de palo seco, estaba una tamagá que es una serpiente pequeña pero poco
venenosa. Ese día no prendimos fuego
porque el rancho lo terminamos de noche y no pudimos buscar leña. Todavía nos quedaba comida de la casa y eso
fue lo que nos salvó ese día. Yo
llevaba un perro como de 8 meses y esa noche, como a las ocho empezó a ladrar
asustado y tanto fue que se metió debajo de las cobijas con nosotros. No teníamos miedo, sólo que Rigo quería tirar el supuesto animal y nosotros no lo
dejamos, porque si lo pegaba mal, teníamos que sortearlo y de noche no es
nada bonito. El animal hacía bulla
donde andaba. Rigo
le ponía la luz del foco y le brillaban los ojos y de ahí la tentación de
tirarlo. El perro sacaba la cabeza,
ladraba y se escondía. Nos dormimos
pero el perro cada nada nos despertaba.
Como a las cuatro de la mañana se fue el animal y nos dejó tranquilos.
|
|
En ese tiempo, en ese lugar,
habían muchos animales de toda especie; enormes
trillos de danta que en ocasiones nos servían de camino; los zainos estaban a
montones. No haciendo mucho ruido se
los encontraba uno a cada momento, con la garantía de que podía tirar uno,
salían asustados y se volvían a ver que había pasado y así podía uno matar
tres o más. Pavas, pavones, tepescutnties, monos, cabros, guatusos, serpientes, tigre
y león, habían en esas montañas y de todo habían huellas por lo que eso más
bien parecía el Arca de Noé.
|
|
Una vez matamos un mono y
lo dejamos en la orilla del río en una horqueta de un árbol; al poco rato
pasamos a recogerlo y ya no estaba; seguro un león se lo había llevado
prestado.
|
|
En esas montañas duerme
uno tranquilo en el suelo; sólo teme que una danta asustada lo maje o que una
serpiente se le meta en el dormitorio y uno dormido la maje y lo muerda. Los demás animales le tienen miedo al
hombre y lo respetan.
|
|
Tercer Día: Aunque poco
habíamos dormido al menos estábamos descansados. En la montaña, por ser tan cerrada, aclara
muy tarde, lo mismo que muy temprano oscurece. A las 5 de la mañana estábamos esperando
que se aclarara para buscar leña para encender el fuego y hacer el café. Una vez que tomamos con pan casero, que
para esa hora todavía teníamos, alistamos la carga y emprendimos el
camino. Nos tocó un poco difícil al
comienzo. Teníamos como una hora de
caminar cuando nos encontramos con un precipicio que no podíamos pasar. Un árbol que se había quebrado estaba
clavado en el guindo; era como de 25 metros.
Nos resbalamos por él y así llegamos al fondo; seguimos una zanja
abajo y pudimos salir. Era un 14 de
Junio de 1971 ese día fatal que no dejo de recordar. Como para hacer la picada tiene que ir uno
adelante con el cuchillo cortando todo lo que estorbe para pasar, cosa que
hacíamos un poco cada uno. Teníamos
como dos horas de caminar o sea como a las ocho, cuando cruzamos una quebrada
y había un trillo de zaino con rastro muy fresco. El perrillo iba ladrando por el trillo como
con miedo. Muchas veces lo hacía y yo
creí en esa ocasión que era que le tenía miedo a los zainos y los iba
viendo. Apoco dejó de ladrar. Rigo iba
adelante. El terreno era un poco
parado. Una laja de piedra que estaba
tapada con tierra, al pararse Rigo encima se
resbaló la tierra y quedó muy feo para pasar.
Yo, como seguía de él, entonces subí como 2 metros para no pasar
por la piedra que estaba muy resbalosa pero había mucho monte. Cuando yo me metí ahí, ¡Sentí que me mordió
una serpiente! A eso era lo que le
ladraba el perro; la estaba viendo y la tenía furiosa. En el momento que me mordió el perro brincó
y la agarró, seguro para defenderme, pero también lo mordió. Entonces el perro la soltó. Eso pasó en segundos. Yo le dije a Rigo:
"Me mordió una serpiente" y al mismo tiempo le grité a los compañeros que
tuvieran cuidado porque una serpiente iba para donde ellos. Cuando yo terminé de decirles ya estaba en
los pies de ellos y sólo tuvieron tiempo de hacerse a un lado para que
pasara. Seguro el perro la había
mordido muy duro porque llevaba mucha velocidad. Era en la orilla de una quebrada y el monte
estaba muy cerrado y con la carrera que llevaba era difícil alcanzarla, más
bien nos reunimos para ver qué hacíamos.
Caminamos como 25
metros para llegar a una fililla para que me pusieran
una inyección. Uno comentó: "Era una
terciopelo. Yo las conozco muy
bien". Yo también sabía la clase que
era, pero no me dio mucho miedo.
Pensé: "No es el primero que se ha salvado de morir". Y con esa fe seguí.
|
|
No eran dos minutos cuando
comencé a ver unos lamparones amarillos y sentía que las venas se me iban a
reventar, era tanta la presión de la sangre, y el corazón latía como 500
veces por minuto. En mi carga iban 2
inyecciones; también una jeringa de 2cc que cabía en una cajita de metal y me
pareció que para que no se quebrara esa era la que debía de llevar. Medio atarantado saqué las inyecciones y
llené la jeringuilla de 2cc que casi ni se echó de ver en el frasco, porque
cada uno es de 10cc y hay que ponerla de una sola vez. Una vez llena se la di a Rigo para que me la pusiera y me dijo: "Nunca he puesto una
inyección". Lo mismo dijo Quingo y
menos Álvaro que apenas tenía escasos quince años. Se la presenté otra vez a Rigo y como es mi manera de ser, un poco airado le dije:
"¡Póngala aunque sea en el hueso!". Me
volvió a ver un poco disgustado y me dijo: "¡Traiga eso!", y me puso no una
sino cinco, hasta terminar el frasco.
¡Salado!, si hubiera sabido que la jeringa era para mí, hubiera echado
la de 10cc.
|
|
El perro comenzó a
gritar. En ese tiempo que gastamos
para la inyección ya casi no se meneaba ni se oía; lo más tardó 15 minutos
para morirse. Nos daba lástima, pero
sólo otra inyección quedaba y aunque hubo quien pensó en ponérsela, tal vez
por lo acongojado no pensó más allá, porque para una sola persona mordida se
ocupan 5 ó 6 inyecciones, una cada media hora. Una vez inyectado dijo Rige: "Ustedes dos
se reparten la carga de Lino. Yo voy a
hacer un trillo para buscar un lugar donde se pueda hacer un rancho. Ya vengo a ayudarles". No se sabía donde iba a encontrar agua que
era indispensable para hacer el rancho.
Muy impresionado sacó el cuchillo y se puso a hacer camino. Yo pensé: "Si es muy largo donde va a hacer
el rancho, les va a costar mucho llevarme".
Entonces cogí el rifle y con él de bordón, me fui detrás de él,
cuidando que no me viera para que no me regañara, porque en esas condiciones
es malo caminar porque se le riega más el veneno; también para que no se
apurara mucho porque se podía cortar.
Los otros dos, ya recargados, les costaba más
caminar y se quedaron un poco atrás.
Como 20 minutos anduve sin que me viera Rigo
y cuando estaba haciendo un limpio me le acerqué y me dijo: "¿Cómo hiciste
para llegar?.
Espérate para cortar unas hojas para que te sentés
mientras está el rancho". Se me hacía
muy difícil caminar, sentía que la pierna estaba muy pesada y casi no podía
menearla. Me parecía que todo el
cuerpo me iba a estallar. Una vez que
llegaron los otros dos fue más rápida la construcción del rancho. Me pusieron suficientes hojas para el
colchón y así no se pasara la humedad del suelo. Ya eran como las 10 de la mañana cuando
terminaron y entre los tres se pusieron a buscar leña seca porque el tiempo
estaba muy lluvioso y si esperaban más les llovía y nos quedábamos sin leña
para la noche. Seguro Dios lo hizo,
porque con el fin de hacer un claro en la montaña cortaron un árbol un poco
grueso el cual, se astilló un poco al caer y así verde lo echaron al fuego y
ardía más que la leña seca que habían alistado. No sabíamos cómo se llamaba, pero al
preguntar nos dijeron que era cerillo o candelillo. Todos estábamos preocupados y por ese día
ya no se podía hacer más. La fiebre
iba en aumento y como nos quedaba una inyección resolvimos dejarla para la
noche. Una Mejoral,
que después de la inyección era lo que teníamos, tanto la economicé que
todavía la tengo de recuerdo.
|
|
Llegó la noche y cada vez
más mal. Como la inyección era de 10cc
vimos que era mejor poner sólo un centímetro cada hora para estar haciendo
algo. Entre ellos resolvieron cuáles
salían a avisar y pedir ayuda. Me
pareció que no habían hecho lo correcto, porque decidieron salir los adultos y
me dejaron con un muchacho que, aunque muy valiente, apenas tenía escasos 15
años. Casi toda la noche pasamos
despiertos; quería quedarme dormido y la fiebre me despertaba. De por sí tenían que inyectarme cada
hora. Soñaba que iba subiendo por la
montaña y me resbalaba, que me daban la mano y se soltaba. Amaneció..., Prendieron fuego e hicieron
café.
|
|
|
Álvaro Chacón M.
|
|
Una vez que tomamos,
alistaron la carga y poco antes de despedirse me dijo Rigo:
"Hagan un claro en la montaña y le ponen un plástico con una varilla para que
el helicóptero lo vea. Voy a ver si
consigo uno a como haya lugar. Yo de
aquí te saco aunque tenga que vender una finca". Y muy tristes se
despidieron. En esa noche también pensamos
que salieran por otro camino que debían de hacer por una fila para acortar el
tiempo, porque por donde entramos habíamos gastado 20 horas y el tiempo
apremiaba. Yo me quedé pidiéndole a
Dios que les fuera bien para que regresaran pronto. Después me contaron que por el nuevo camino
se habían ganado como 6 horas. Una vez
solos le dije al muchacho que mientras yo estuviera consciente me hiciera
caso porque tenía un poco más de experiencia.
Alistó un poco más de leña para que alcanzara para el día y la noche
pues tenía que cocinar y tener todo el tiempo agua caliente para echarme en
la pierna, porque era lo único que me aliviaba un poco. Cuando calculamos que había suficiente
leña, se fue a tratar de hacer el claro en la montaña. El problema era un árbol un poco grueso,
porque como sólo cuchillo tenía, se le hacía difícil cortarlo. Lo peor era que sólo en la mañana se podía
hacer algún trabajo afuera porque estábamos en Junio y llovía demasiado. Estuvimos 48 horas solos; el muchacho se
llenó de nervios y como me veía tan malo, él decía que si yo me moría, no se
quedaba conmigo; que se iba por la montaña aunque se perdiera por lo que yo
le decía que eso eran nervios, que si yo me moría más bien le pedía a Dios
que le diera valor para que me acompañara mientras llegaban otras personas y
así no estuviera solo y no se perdiera en la montaña. Lo que él pensaba era cierto. Yo estaba muy mal y en cualquier momento
podía morirme, porque todo el cuerpo lo tenía hinchado y lleno de pintas
negras. ¡Cómo me iba a encontrar bien
si ya casi no podía respirar por la hinchazón! Obraba y orinaba sangre y para no ensuciar
el dormitorio ponía un plástico para que la orina
fuera a caer lejos. Álvaro se quedaba
mirando y decía a llorar. Yo le decía
que era la presión del veneno pero que ya casi estaba bueno con las
inyecciones, que no se asustara, y se consolaba un poco. Cuando estaba más tranquilo y no llovía, lo
mandaba a cortar el árbol que era lo que faltaba para terminar el claro que
estaba como a 20 ó 25
metros del rancho.
A poco que llegaba se ponía a llorar.
A mi me daba lástima, lo llamaba y lo consolaba; a veces lo amenazaba
con un tizón, que era lo que tenía a mano.
Él se reía y se iba de nuevo y así pasaron esos días. A veces me ponía a enseñarlo a tirar con el
rifle, pero salió muy mal tirador. Era
necesario que aprendiera porque si algún animal nos atacaba y yo no podía
defenderme ni defenderlo a él, debía de saber tirar, tanto para la defensa
como para buscar carne porque ya la comida escaseaba. En una ocasión llegó un
gran cantidad de monos a molestarnos.
Yo le cargué la carabina para que tirara uno y así se asustaran los
otros y se fueran. Él me dijo que no
podía, le insistí y lo hizo, pero no pegó nada, pero se fueron. Poco después aparecieron por otro lado.
Entonces le dije: "Por lo menos hay que espantarlos, ¿No ves que van
despedazar el rancho?". Y me dijo que
él no los pegaba, que los tirara yo y me dio el arma. Había uno muy grande en dirección del
rancho pero me estorbaba el plástico. Él lo hizo para un lado y lo tiré; cayó a un
lado de mi, ya muerto. Como no había suficiente comida porque la
carne de monte que traíamos cuando me mordió la serpiente la habían botado
para que no les pesara, y también los que salieron a avisar tenían que llevar
alimento para el camino, entonces le dije a Álvaro que fuera a pelar el mono
y trajera un poco de carne. Cogió el
mono, un cuchillo y un trasto y me dijo que a cual agua iba, porque estábamos
en una fililla y como a 25
metros a cada lado había una agua. Como yo no sabía cual era mejor, le dije
que donde él quisiera, pero yo no sabía por qué era. Al fin se fue, pero no habían pasado ni 10
minutos cuando llegó con un poquillo de carne, más o menos medio kilo. Le pregunté que por qué tan poca y me dijo:
"No sé", muy triste. Al tiempo me dijo
que a él le daba mucho miedo porque pensaba que cuando estaba pelando el
mono, con el olor de la carne, un león o un tigre se le tirara encima para
quitársela. Ahora más bien le da
coraje recordar toda esa tragedia y desea que se repita porque ya tiene más
experiencia, pero ahora ya casi no hay animales en ese lugar; la mayor parte
de esas montañas son potreros y los animales, los que no han matado, han
emigrado; además, ya estamos todos muy viejos y muy trabajados para esas
aventuras.
|
|
Esas 48 horas que pasamos
solos se completaron cuando después que Álvaro, ya cansado de tratar de
cortar el árbol y yo de meterle los tizones al fuego, que era lo único que
podía hacer con el interés de que no faltara el agua caliente para la
pierna. Estábamos en silencio, igual
que la montaña, cuando oí un muy pequeño ruido, y moví la cabeza hacia ese
lugar cuando asomó Rigo y dijo casi sollozando: "Ya
no se murió ese hijo de p...". Y todos
me brincaron encima. Como estábamos
tan callados ellos pensaron lo peor, porque habían llegado a cierta distancia
y estaban observándonos muy callados, pero cuando moví la cabeza vieron que
el caso no estaba perdido. En ese
grupo venían Rodrigo y José Joaquín, los que habían ido a avisar; también
Mario Rodríguez, Delegado Cantonal; Elías Robles, Policía; Carmen Fonseca,
policía; mi hermano Evelio Ramírez y los voluntarios Hugo Rojas (Mono) y
Bernardo Ureña Ureña. Descansaron un poco y luego procedieron a
curarme. Entonces sí habían medicinas y alimento para todos. Lo primero era inyectarme porque ya tenía
48 horas sin tratamiento y me faltaban cuando menos 4 inyecciones de 10cc
cada una. No deseo recordar lo que
sentí cuando me inyectaron: fue como si me hubieran mordido 4 serpientes al
mismo tiempo. He tenido muchas
enfermedades y me he visto muy cerca de la Pelona, pero esa vez llegué donde
San Pedro, le toqué la puerta y no quiso abrirme. Ellos se asustaron mucho pero vieron que
era el efecto de la inyección pues ya estaban advertidos. Yo me revolcaba, me colgaba de las varillas
del rancho y era que me quería ahogar.
También traían una o dos inyecciones de morfina para ponérmela a la
hora de subirme al helicóptero, ya que otros habían quedado haciendo las
gestiones para conseguirlo, porque en ese tiempo el país no tenía. Como me vieron tan mal me pusieron una de
ellas y fue tanto el alivio que sentí que les dije: "Hagan lo que tienen que
hacer tranquilos, en mí no piensen, no siento nada más que sueño", y me
dormí.
|
|
El otro día muy temprano
estábamos desayunando; todos mañanearon, unos porque tenían que salir ese día
y otros tenían que ayudarle a Álvaro a terminar de cortar el árbol. Los que salieron fueron Rigo
y Mario, el Delegado. Iban a hacer
vueltas para el helicóptero. Evelio mi
hermano, le preguntó a Álvaro que qué había hecho el mono. Álvaro le dijo que lo había dejado dentro
del agua. Fueron a ver y no había
nada; otra vez se lo habían llevado prestado.
Ese día, como eran más, agrandaron el claro y me hicieron un camarote,
porque el suelo donde estaba, cuando llovía, el agua de la gotera me
salpicaba. En la tarde, como a las
dos, estábamos todos un poco callados cuando oímos un ruido en la montaña. A poco apareció un señor que venía hacia el
rancho. Era Jorge Cordero Solís que
había salido del mirador con dos policías.
Esos sí venían por la picada original, sólo que Jorge se adelantó
dejando a los guardias rezagados. Dice
Jorge que él caminaba muy rápido cuando le llegó un olor a carne descompuesta
y él se dijo: "Llegas tarde", pero al revisar vio que era un poco de carne de
monte y el perro muerto; entonces apuró más el paso por lo que, cuando llegó
al rancho se desmayó. Fue poco el
tiempo que pasó así. Después, ya
normal, nos contó que los guardias venían con él, pero muy despacio, y él
resolvió adelantarse. Toda esa tarde
los esperamos y no llegaron. Ellos
eran Guillermo Camacho y Fernando Fallas.
Después nos contaron que habían perdido la picada y regresaron al
rancho donde dormimos la víspera de morderme la serpiente y que toda la noche
los acompañó un animal que sólo en la mañana los dejó dormir un poco. De seguro fue el mismo que quería tirar Rigo. También
cuentan que las ranas les brincaban encima y ellos creían que eran serpientes
y se asustaban mucho. Lo cierto es que
por ese camino sólo Jorge llegó.
|
|
Al día siguiente, que era Sábado, nos encontramos 8 personas en el rancho y ya el
alimento escaseaba. Por lo menos los
que estaban alentados podían ir a buscar algo, pero yo, todo débil de botar
sangre, no podía hacer nada. Sólo nos
quedaban como 2 kilos de azúcar, medio de café y 6 huevos. Fue cuando mi hermano y Jorge Cordero
resolvieron ir de cacería. Una vez
advertidos, cogieron el rifle y se fueron por la montaña. Aunque los dos eran expertos en el oficio,
antes de irse yo les recomendé que tuvieran mucho cuidado porque ese lugar no
era como donde ellos estaban acostumbrados a ir de cacería. A poco andar se encontraron una manada de
zainos y mataron tres: dos hembras y un macho. El macho lo dejaron botado y se trajeron
las hembras. No gastaron ni una hora y
ya teníamos suficiente comida. Una vez
que arreglaron la carne la envolvieron en unas hojas e hicieron un camastro
encima del fuego y le metieron leña para que se hiciera sudada entre las
hojas. Al poco la bajaron y ya un poco
más escurrida y sancochada, la ponían en las brasas y al momento estaba
asada. De las vísceras hicieron un
frito que les quedó muy bueno y fue así como se solucionó el problema de la
alimentación, al menos por 2 días. A
Jorge Cordero le tocó andar más de la cuenta porque como los que salieron a
avisar lo hicieron por la picada donde entramos, caminaron un poco y después
se desviaron e hicieron un nuevo camino que fue el que Jorge tomó; según él era
el que llegaba adonde yo estaba, pero cada vez se alejaba más. Si no hubiera sido que unos de los que
estaban conmigo se fueron a ampliar el camino por si acaso tenían que sacarme
en camilla, y todavía estaban trabajando cuando él los alcanzó, hubiera llegado
otra vez al Mirador, pero por diferente parte. Por eso cuando llegó al rancho no aguantó
más, era demasiado esfuerzo.
|
|
Llegó el Domingo. Ya tenía 5
días de mordido. La pierna, cada vez
que trataba de moverla, para que se me aliviara, porque era mucho el dolor,
se estallaba y botaba agua, materia y un líquido verde que supongo era
veneno.
|
|
Como en ese tiempo Costa
Rica no tenía helicópteros, tuvieron que hacer muchos trámites para traer uno
del Canal de Panamá; fue por eso que tardó tanto. Ese mismo Domingo
por la tarde se escuchó un ruido de helicóptero. Eran como las cuatro, llovía mucho, había
mucha niebla y estaba muy oscuro.
Trató de encontrarnos pero no fue posible. Esa noche pasamos más tranquilos pues va
había esperanza de helicóptero. No fue
sino hasta el Lunes, a eso de las 9 de la mañana,
cuando se escuchó y se vio. Era tan
grande y traía tanta carga que no pudo hacer la operación. Traía al jefe de médicos del Hospital San
Juan de Dios, como 6 doctores "vinos" más cuatro enfermeras; como 50
quintales en equipo de rescate y Rodrigo Solís como baquiano. También la tripulación, todos
norteamericanos: doctor y ayudante; piloto y copiloto. Como no pudo hacer la operación optaron por
lanzar una cápsula la cual al caer, soltó un humo. Ellos indicaban que la juntaran y una vez
que se juntó dentro venía una nota que decía: "Ya los localizamos, traemos
mucha carga; vamos a dejarla y regresamos".
|
|
Hora y media después
regresaron y un vez en el lugar soltaron un cable;
en él venía un doctor que me alistó para el ascenso. Se comunicaba por radio con el helicóptero
y hablaba con Quingo pues era el único que como había estado en los Estados
Unidos, algo sabía de inglés. El
helicóptero era tan grande que no se podía sostener en el aire por más de 5
minutos y como no podía pararse en el claro, tenía que estar dando vueltas
mientras me alistaban. Una vez listo,
el doctor llamó al helicóptero el cual llegó y se bajó un poco en medio del
claro. De haberlo hecho en un lado no
les hubiera podido contar el cuento, porque un árbol seco que estaba al lado
del rancho lo quebró en cien pedazos y lo botó como a 25 metros. Los tizones y las cenizas del fuego pasaron
por encima de mí; el rancho desapareció pues era de plástico. Todo eso pasó como en un minuto. Luego el helicóptero soltó el cable que era
como de 100 metros. En la parte inferior traía un trozo de
hierro el cual se abría en cuatro quedando como una estrella. Como eran 4 lados me sentaron en uno y me
pusieron las piernas en dos más; en el que quedaba libre se sentó el doctor y
puso las piernas encima de las mías.
También tenía unas fajas con hebillas con las que nos amarraron. El doctor hizo señas para recoger el cable
que no estaba a menos de 75
metros de alto.
Cuando el doctor bajó traía una nota que decía: "Vamos a sacar sólo al
mordido, los demás salen a pie; no podemos estar mucho tiempo en un sólo
lugar en el aire; el helicóptero es muy grande y si se baja aquí no podemos pararnos
en tierra". Cuando el helicóptero fue
a dejar la carga dejó a Rigo Solís en Santa María
de Dota y el resto en el Aeropuerto Juan Santamaría.
|
|
Ese día como a las 5 de la
mañana, habían salido unos de los que conmigo estaban. Tenían tamaño poco recorrido y cuando vierón el helicóptero se devolvieron
para que también los sacaran, pero no fue así y más bien perdieron todo lo
andado. Cuentan que una vez que el
helicóptero se alzó, ellos alzaron la carga y se vinieron. Ese día, como salieron tarde, sólo pudieron
llegar al Miracor.
Casi no llevaban comida y el otro día, con solo un poco de café,
tuvieron que salir a Naranjo donde un carro los sacó hasta Santa María.
|
|
Cuentan que era mucha la gente
que iba a la montaña a sacarme, pero eran muy pocos los que llegaban. En cuenta la Cruz Roja sólo pudo llegar al
Mirador y de ahí transmitían a otros puestos que tenían en el camino y
también en Santa María. Dicen que en
Santa María la gente se agrupaba a cada momento, porque según ellos la Cruz
Roja me traía y quería verme. Eso fue
el Sábado y el Domingo último; el Lunes no, porque
se dieron cuenta que el helicóptero ya me había sacado. De donde llegó la Cruz Roja a donde yo
estaba, eran como unos 30 Km,
pero de muy difícil acceso y era casi imposible que por ese lugar me pudieran
sacar. Hay partes donde casi ni uno
solo puede pasar; uno ve que si se suelta pierde la vida.
|
|
Siguiendo con el
helicóptero, era tan grande que le cabía un Jeep y 40 personas fuera de la
tripulación. Dicen que cuando bajó en
Santa María, le arrancó el zinc a un galerón, a un señor le perdió el
sombrero y después me lo andaba cobrando alegando que yo tenía la culpa,
aunque eso fuera por vacilón. Yo al
subir al helicóptero pensaba los que tenían que salir de la montaña; los
consideraba porque sabía lo que era andar en esos parajes, hasta con hambre
como les tocó a ellos; lo único diferente era que ya estaban tranquilos
porque habían cumplido la misión.
|
|
Ese helicóptero tenía
pegados a la pared de ambos lados como 16 camarotes; por eso cuando llegó el
cable con nosotros quedó frente a la puerta.
De adentro lo halaron y quedamos en el suelo. Una vez que nos soltaron
me pusieron en uno de esos camarotes, muy cerca de la puerta. Yo me fijé en
el reloj para saber cuanto gastaba y fue media hora al Juan Santamaría. El helicóptero salió por Quepos y pasó por
Puriscal. Como yo iba cerca de la
puerta me fijaba en todo. Se veían
unos ríos muy crecidos y sucios. Me imaginaba
como estaría el Brujo para donde nosotros íbamos. Es muy bonito andar en helicóptero; no da
miedo, parece que anda uno en una carreta; hace mucha bulla y todo se le
mueve.
|
|
Una vez en el aeropuerto me
bajaron en una camilla y me pusieron en el suelo. En ese lugar duré hora y media al sol
porque no había una ambulancia que me trasladara al hospital. Fue que en Turrialba había sucedido un
accidente de tránsito y habían muerto varios ministros y como eran
ministros... Con mucho calor y sed,
pero tranquilo. ¡No me había muerto en
la montaña menos me iba a morir en donde estaba! Me dolía mucho la pierna; yo la sacaba de
la sábana para que con el aire se me aliviara. Llegaban muchos curiosos a preguntar que me
había pasado.
|
|
Una vez en el Hospital
llegó mucha gente de mi pueblo a verme, en cuenta el señor Cura Párroco de
Santa María de Dota que en ese tiempo era Aquileo Ureña Elizondo. Radio Monumental me hizo una entrevista la
que escuchó mi familia y todo el pueblo que estaba muy preocupado por mi
salud. Por cierto que esa entrevista a
mucha gente no le gustó, ya que por mi estado de salud me limité a saludar a
mi familia y a todos los que en una u otra forma habían cooperado para que me
encontrara en el hospital San Juan de Dios y no había agradecido en forma
directa al Presidente de turno por haber tramitado la traída del Helicóptero
de la Zona del Canal de Panamá. ¡Qué
gente, todo lo politizan!. Incluso hasta hay quien cree que por agradecimiento
tengo que ser de ese partido político.
En esa entrevista fue tanta la gente que se conglomeró en el salón que
casi no cabían. Todos los que fueron
de mi pueblo y los "vinos" de otros salones estaban ahí.
|
|
Como a los 3 días de
internado me dijo el doctor que si esa pierna no se me secaba un poco tenían
que hacerme una cirugía plástica que consistía en quitarle la piel a la
pierna y taparla con un plástico por espacio de 6 meses o si no
amputarla. Resulta que una sábana que
me ponían amanecía totalmente empapada y era necesario que la pierna
estuviera seca para que fuera sanando.
El doctor me tomó parecer y yo le contesté que era mejor 6 meses en
cama que toda la vida sin pierna. Como
yo estaba un poco asustado, él se dio cuenta y me dijo que no me preocupara
tanto, que primero tenía que hacerme otros tratamientos y eso sería en último
caso. Yo me consolé un poco y le pedí
a Dios que lo último no me tocara.
|
|
Ese mismo día empezó un
nuevo tratamiento. La pierna ya no me
dolía tanto, solo que estaba muy hinchada y supuraba
mucho. Como a las 7 de la noche me
curaron y me pusieron inyecciones. Me
dormí como de costumbre, pero a las once me despertó una alergia que yo no
sabía que hacer. Traté de llamar a la
enfermera pero estaba muy entusiasmada en el pasillo jugando con otro
empleado. Me tocó que despertar a un
amigo del salón y decirle que hablara o hiciera algo porque me encontraba muy
mal. Él fue y habló con la enfermera
la que llegó y me dijo que no fuera tan chineado, que eran muchos los
pacientes que tenía que atender.
Entonces yo la amenacé con acusarla con el doctor y me dijo: "Si lo
hace le va más mal y salado". Siempre
me atendió, pero como era tanta la picazón, me dio una cuarta de alcohol, me
lo pasaba por todo el cuerpo y como no había mejoría optó por llamar al
doctor. Este le contestó que me diera
una pastilla de Benadril y una vez que me la tomé
comenzó la mejoría. Mucho les
agradecí, porque la pierna que estaba tan mal, tanta era la picazón que con
las uñas le hacía brotar sangre y el cuerpo lo tenía en una sola roncha.
|
|
Al día siguiente, en la
hora de visita, el doctor, al contarle lo sucedido y después de haber visto
la pierna, se sonrió y me dijo: "Se salvó la pierna de Sofía Loren". Porque él decía que esa pierna mía era más
admirada que las piernas de Sofía Loren, la artista. También me dijo que ya no tenían que
hacerme la cirugía plástica por que la pierna había amanecido seca y que le
agradeciera a un invento que hicieron al revolver dos clases de penicilina y
ese era el resultado. Después de que
casi me quedo sin piel de tanto rascarme, comenzó la pierna a sanar y al
cumplir 11 días de internado me dijo el doctor que me iba a dar unas
medicinas para que me las tomara en la casa y me iba a firmar la salida
porque seguro yo tenía muchos deseos de ver a mi familia y ahí podría
terminar de sanar.
|
|
Me vine para la casa con
las medicinas. La pierna pronto sanó,
pero todos los días por la tarde se hinchaba mucho y me dolía. Por eso tuve que internarme otra vez pero
ahora fue en el Max Peralta de Cartago.
Estuve siete días internado y todo el tiempo con suero. Decía el doctor que me había quedado veneno
en la sangre y sólo así salía. Cierto,
porque después de eso no me volvió a molestar. Ahora me está molestando pero es la
artritis y unos desgastes en las caderas, mas la carga... de años, el trabajo
y la preocupación de no poder andar más en la montaña.
|
|
Como dije al comienzo,
este fue el más penoso y trágico de todos los viajes.
|
|
Quinto Viaje - Año 1974
|
|
Este fue uno de los mejores.
Lo hicimos en 3 días porque en el tiempo que duré yo sin ir a ese
lugar, habían estado trabajando en el camino y ya tenían por donde pasar sin
tropiezos. El primer día llegamos a
San Isidro de Dota a las 2 de la tarde.
Era mucha la diferencia porque en los primeros viajes gastábamos
cuatro y cinco días. También digo San
Isidro de Dota porque en ese tiempo ya lo habían bautizado con ese
nombre. Todo se debió a que en Santa
María no había ningún lugar con ese nombre, y también en honor al Cura
Párroco de ese tiempo, el Padre Isidro García, que fue el que lo bautizó.
|
|
El resto de ese día lo
pasamos en casa de un señor Parra. Ese
señor fue uno de los primeros que llegaron a ese lugar. Es una familia grande que se ha dispersado
por todos los contornos. Esas gentes
venían de Puriscal buscando nuevos horizontes y más tierra para trabajar.
|
|
Al día siguiente nos
fuimos de pesca; por cierto que iba Riguillo, hijo
de Rigo, y en el momento en que yo pegué una
machaca, pasó un helicóptero y él me dijo que andaba cuidándome por si acaso
me accidentaba otra vez. Pasamos el
río y fuimos donde un señor Rafael Elizondo que vivía en un rancho con una chiquilla
que se había robado de Limón y la tenía escondida en ese lugar. Al principio estaba un poco nervioso pero a
poco de conversar se mostró más tranquilo, aunque muy celoso. Ese día, para no perder la costumbre,
anduvimos un poco en la montaña y luego regresamos donde el señor Parra.
|
|
El tercer día fue el
regreso a casa, como a las 2 de la tarde.
Llegamos un poco cansados, pero no tanto como en otros viajes.
|
|
Sexto Viaje - Año 1987
|
|
Este sí fue de placer,
porque había Fiestas Cívicas y me invitaron.
Ahora el viaje lo hicimos en carro, no por donde nosotros, pasábamos a
pie, sino por Londres de Quepos. El
viaje se hace en 3 horas desde Santa María.
El tractor no había llegado trabajando hasta el pueblo, por lo que
siempre tuvimos que caminar como veinte minutos con los instrumentos de la
Filarmonía, las maletas y una hielera llena de cerveza al hombro. Era un Sábado y el Domingo había corridas
de toros, sólo que no habían tablados.
Los toros estaban en un corral de alambre de púas y cuando los iban a
torear los echaban en un corral de reglas.
Estos corrales estaban en un bajillo y uno, para ver las corridas, se
arrimaba a una fililla, pagaba 75 colones y esperaba a que saliera el toro. Eran casi terneros y cuando se ponían
bravos los agarraban entre dos y los volcaban; el torete se asustaba y salía
huyendo y ahí se terminaba la bravura.
Si uno no pagaba por arrimarse a ver, entonces le cobraban. Todo era un vacilón.
|
|
El Sábado
dormimos en la iglesia; éramos como 30 personas. Vaciamos 5 sacos de ropa usada que nos
sirvió de colchón. En esa ropa había
toda clase de prendas de vestir y Rogelio Chacón (Piche) botó la ropa de él y
comenzó a probarse diferentes prendas, hasta que se vistió de mujer con una
minifalda de espanto. La luz para toda
la iglesia era producida por 2 candelas, porque en ese lugar no hay corriente
eléctrica. Todo estaba bien y hasta le
tomaron varias fotos. "Piche" estaba
un poco tomado, pero el vacilón terminó cuando se dio cuenta de que en un
rincón de la iglesia había un matrimonio durmiendo y como había tan poca luz,
él no lo había visto. Fue tanta su
pena que se metió entre la ropa y no se le volvió a ver ni la nariz.
|
|
Después de reveladas las
fotos, no le gustaba que se las enseñaran a nadie. Todavía existen porque alguien las tiene
bien guardadas.
|
|
La comida abundaba y
estaba muy barata. Por 25 colones le
daban un gallo de carne de cerdo tan grande que no podía uno pedir otro, pues
no lo aguantaba a comer.
|
|
El Domingo, de regreso,
pasamos a una cantina en Londres y ahí Juan Rafael Chacón estuvo
cantando. Llenamos la hielera y nos
vinimos. Luego nos bañamos en el río
Paquita para quitarnos un poco el calor y ya algo más frescos seguimos el
viaje a Santa María.
|
|
ESTE FUE EL ÚLTIMO VIAJE Y
CON ESTO TERMINO MI RELATO SOBRE LAS TRAGEDIAS, PENURIAS Y GOZOS DE ESTA
LEYENDA.
|
|
|
BIOGRAFÍA
|
|
|
|
Mi nombre es Ramón Lino
Ramírez Elizondo.
|
|
Nací un 23 de Diciembre de
1929 en Santa María de Dota, San José.
|
|
Fueron mis padres Jenaro
Ramírez Várela y Maclovia Elizondo Elizondo.
|
|
Tuve una infancia feliz,
pero llena de dificultades, típica de cualquier niño campesino; porque en esa
época era muy duro el diario vivir.
|
|
Cursé hasta sexto grado de
primaria, por madurez a los 57 años.
|
|
Trabajé todo el tiempo en
agricultura y otros menesteres.
|
|
Después de algunos años me
he dado a la tarea de recopilar y escribir algunas anécdotas de mi vida y
trato de que mis lectores me apoyen con esta idea.
|
|
|
Incie su sesión:
Puede ingresar al portal de Centro de conservación Patrimonio Cultural por medio de nuestras diferentes opciones.
¡Unirse ahora!
Haga clic
para usar su correo electrónico y contraseña y crear una cuenta
de usuario »
Haga clic
para usar su certificado digital y crear una cuenta
de usuario »
|