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De mentiras y mentirosos

 

Sr. Víctor Olman Blanco Meza.

VOB.

León Cortés.

 

Situados en la orilla del callejón, después de haber saboreado un sabroso almuerzo envuelto en hojas de guineo, con cubases, arroz, una torta de huevo, tortillas caseras de maíz, leche agria y un calabazo de chica, varios peones se juntaban para contar rajonadas, mentiras y mentirotas.

 

         

 

Don Juan prendió su cachimba y narró lo siguiente: Ustedes han visto aquella rajadura que hay en el Abejonal?  Sí, esa que se ve desde aquí, pues bien, dicen que donde Don David Navarro tenían una siembra de yuca, todos los día arrancaban una mata para comer, pero un día, excavaron la mata, y vieron que era tan grande, que decidieron llamar a toda la familia para que trabajara sacando la yuca, cada vez, se engrosaba más, cuando iban terminando se vino un aguacero y no pudieron tapar la zanja, y esta quedó para siempre en este lugar, con la yuca comió toda la Zona de Los Santos durante 15 días.  ¡Ay Don Juan, que yuca!.

 

Dijo Don Manuel, vieran que yo era muy bueno para hacer canastos, lo primero que hacía antes de que llegara el verano, era irme a la montaña a traer los bejucos, así lo hice, y al llegar a la casa los puse a la par del fogón para que se secaran, al poco tiempo, empezó a oler muy feo y al destapar los sacos vi con sorpresa que entre el bejuco se vinieron enredadas un montón de culebras, para no cansarlos con el cuento y para no desperdiciar el material que tenía, hice canastos con ellas, y salieron hasta de diferentes colores, ¡Ay que mentira!

 

 

Dijo Don Carmen, vieran lo que me paso a mí un día de estos, ahí por el candil, me tope con un caballo y desde que me vio se puso furioso y me dijo: Carmen, dicen que usted se las tira de valiente y que a más de uno lo a hecho salir corriendo.  Es cierto, usted se encuentra muy hombre?.  Por supuesto, le contesté, entonces me dijo el caballo, lo quiero tantear a ver que es la bulla.  En segundos, estábamos agarrados, a como me las jugaba yo le pegaba patadas, guebasos y mordiscos, hicimos un limpio como de media manzana en la tierra, y al rato me dijo el caballo con voz temblorosa, Carmen ya no me pegue más, se rinde le pregunté, sí me dijo, bueno Carmen para donde iba usted?, voy para San Pablo le dije, entonces el caballo me dijo que ya que lo atrasé tanto, que me montara y que el me venía a dejar abajo.  ¡Ay Don Carmen, que mentiroso que es...!

 

         

 

Siguió Don Manuel, quien narro que cuando vivían en el Alto de Los Gamboa, había mucha rayería, y que ya había matado mucho ganado y hasta una señora; por lo que un día el Tata les dijo, voy a hacer un experimento mañana, nos levantamos muy temprano a trabajar duro, nos levamos picos, palas y macanas para que todos unidos hagamos un hueco muy grande, cuando estuvo terminado lo cubrimos con ramas y dijo Papá, ahora a esperar que caiga ese confisgado.  De verdad, empezó a llover y chupulún, cayó el rayo, desde aquel día no ha vuelto a molestar, más bien, cada vez que queremos alumbrarnos vamos al hueco y cogemos un poco de electricidad y nos alumbrado.

 

 

¡Ay, Don Manuel y sus Mentiras!.

 

Dijo otro, nada como lo que me pasó a mí, un día andaba monteando, me lleve la perra que iba a traer cría, pero como era tan buena ni lo pensé, al rato sacó un tepescuintle, y empezó la carrera, a la perra le llegó la hora del parto, por el trillo iban quedando botados los perritos, los cuales iban corriendo detrás de la perra, al tirar el último perro, cayo en una rama y lo lanzó cayendo encima del animal y lo mató, ¡Ah Jetonada más grande!.

 

 

Siguió Don Carmen, esta sí que no me la igualan, un día venía por el camino del Abejonal, cuando mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, en un polvasal estaba el sol tirado, ahogándose de calor, y me dijo Carmen por caridad de Dios sáqueme de aquí o por lo menos deme un poco de agua, le dije, Ay sí como no, como usted no me ha jodido a mí, ahora me pide ese favor, me dijo: Le prometo que no lo vuelvo a quemar más, no, no y no le contesté, al final me fui, le di unas patadas por el trasero y lo consumí más en el polvasal, yo creo que ahora sí se murió porque no ha alumbrado más.   ¡Ay que Jetonada!.

 

 

Estos señores pasaban la vida contando cuentos, y como nos divertían, bueno ahora todos a coger café, la calle espera.