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"Don
pastor" (cuento)
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Sr. Juan Bosco Umaña
Abarca.
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J. B. Umaña A.
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Tarrazú.
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Contaba mi abuelo que una vez llegó al
pueblo un señor que dijo llamarse "Don Pastor", el cual venía bien vestido, con
aires de capitalino, y diciendo ser muy poderoso económicamente, el cual se
acerco a un campesino y le dijo que él era de la capital y que quería comprar
una finca por aquí en San Marcos de Tarrazú, y que si no sabía quién se la
podía vender.
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En ese tiempo la plata costaba mucho
conseguirla, casi nadie tenía dinero, y no paso mucho rato para que
apareciera uno que ofrecía vender su finca.
Pues resulta que ambos se fueron a ver la finca, para ver su extensión,
los linderos, la cantidad de potrero, la casa, los caminos, el cafetal, el cañalito, la mata de chayote detrás de la casa, en fin,
"don Pastor" quería comprar la finca con todo y sus animales.
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Al momento la noticia corrió por todo
el pueblo; que había un señor con mucho dinero que quería comprar una finca
bien bonita, y muchos llegaron a ofrecerle vender sus fincas, pero él les
decía que por el momento estaba viendo ésta, y que si le iba bien, después
compraba otras fincas.
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El asunto es que continuaron viendo la
finca, y como no se podía ver todo el mismo día, el dueño de la finca, con su
característica amabilidad de campesino, le ofreció hospedaje en su casa, al
cual "don Pastor" obviamente no se negó, pues estaba muy bien atendido;
desayunaba como se hacia aquí en el campo en esa época: buen gallo pinto, con
huevos de gallina criolla, rojiticos como el
achiote, que son una delicia, tortillas palmeadas y asadas en cocina de leña,
con asiento de chicharrón, queso en abundancia, producido con la leche de las
vacas de la finca, natilla riquísima como no había otra, leche, toda la que
quisiera, café, nada menos que del que se toma en París, el mejor del mundo,
arábigo, secado al sol con su cáscara, pilado en el pilón de la casa,
acabadito de tostar en el comal y chorreado con dulce de tapa, éste último
también producido en el trapiche de la
finca, y "chorreadas" de maíz tiernito, hechas con maíz de la milpa que
estaba a la par de la casa. Y del almuerzo ni se diga: picadillo de arracache, arroz con
palmito, que en ese tiempo abundaba aquí, arroz con cerdo, de cerdos criados
en la finca, con guineos, caña, ñampí; frijoles,
también de la finca, arroz con pollo, chicharrones con tortillas frescas y
limón ácido, y sin faltar los guineos tiernos, sopa de posol,
sopa de mondongo, olla de carne, y mejor ni sigo con la descripción del
almuerzo porque se me esta haciendo agua la boca.
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El café de la tarde, igual al de la
mañana, pero sin gallo pinto, porque ya no quedaba espacio para tanta comida,
eso sí, con unas buenas chorreadas con natilla, acabaditas de salir del
comal, de esas que desea uno seguir comiendo hasta que se acaben, y mejor
dejar un campito, porque mas tarde viene la cena, y con esos olores a cebolla
frita, ajo y otros condimentos, no hay quien se resista.
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En fin, para no cansarlos con el
cuento, "don Pastor" estaba como en la gloria, buena comida, buena atención,
no había radio, no habían ruidos de los que hay en la capital, solo se oían
los jilgueros, los yigüirros, los mosotillos, las gallinas, las piapias,
las vacas, los terneros, y el sonido de las aguas de la quebrada que pasaba
cerca de la casa, que era como un arrullo para pasar toda la noche durmiendo
plácidamente.
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Pues el hecho es que "don Pastor" y el
dueño de la finca, el primer día fueron a ver los linderos de la finca, y
como le cogió tarde se quedo a dormir, y con tan buenas atenciones, "don
Pastor" fue entreteniendo el trato de la finca.
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Ya se habían puesto de acuerdo en el
precio de la finca, que salía muy bien vendida, entonces "don Pastor" vio las
vacas, y le dijo al dueño: "y estas vacas, me las vende?" a lo cual el dueño
le dijo que sí, que fe dolía mucho venderlas, porque él las había criado, y
que le daban muy buena leche, pero que si le daba "tanto" se las vendía: "don
Pastor" le regateo un poco el precio, pero al final se pusieron de acuerdo y
le vendió las vacas también, entonces don pastor iba anotando en una libreta
que traía: "tanto" por la finca, "tanto" por las vacas.
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Como ya habían tratado la finca y las
vacas, "don Pastor" le dijo al dueño de la finca: "suelte las vaquitas para
que se coman la milpa, porque a mi me gusta que las vacas coman bien", y el
dueño de la finca lo hizo, porque, al fin y al cabo ya la finca y las vacas
no eran de él, pues ya las habían tratado.
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En una esquina, en el alero de la casa
de la finca, había una jaula con un mosotillo, y en
la otra esquina otra jaula con un jilguero, y ambos cantaban como ángeles,
eran una maravilla, y por eso "don Pastor" se sentía como en la gloria. Pues Ddon Pastor"
vio el mosotillo y fe pregunto al dueño: "y ese mosotillo, cuanto vafe?", a lo
que el dueño le respondió: "bueno, si me da "tanto" se lo vendo", a lo cual
"don Pastor" le dijo que estaba bien, sin regatear el precio, y de inmediato
lo apunto en la libreta: "un mosotillo, tanto", y
continuando, "don Pastor" dijo: "y el jilguero cuanto vale?, a lo que el
dueño le respondió: "bueno, ese jilguero es muy bueno, a mi me han ofrecido
"tanto" y no lo he querido vender, porque canta muy bonito y es cogedor, pero
si usted me da "tanto" se lo vendo".
Entonces "don Pastor" sin regatear, y con alardes de quien tiene mucho
dinero, y que el precio de un pájaro no es nada, le dijo que sí, que estaba
bien, que los pájaros también eran de él, y procedió de inmediato a apuntar
en su libreta: un mosotillo "tanto", y un jilguero
"tanto". Entonces "don Pastor" le dijo
al dueño de la finca: "bueno, ahora yo ya soy el dueño de los pajaritos, ábrale
las puertas a las jaulas para que se vallan, porque a mi no me gusta ver
pájaros encerrados", y el dueño de la finca, como ya había vendido los
pájaros, les abrió las puertas a las jaulas, como lo había ordenado el
comprador.
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Y así continuó el negocio; trataron
los cerdos, trataron los terneros, y hasta las gallinas, y el gato de la casa
que se llamaba "misingo", y era el amor de los
chiquillos, era un gato gordo, con aspecto de tigre, y que casi siempre
estaba echado debajo de la cocina de leña, de donde le caían poquitos de
ceniza, y donde esperaba paciente algún bocadito que sobrara por ahí.
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El asunto es que terminó la semana, y
ya no había mas nada que tratar. Entonces "don Pastor" le dijo al dueño de
la finca que él tenia el dinero en San José, y que para hacer la escritura de
traspaso de la finca tenían que ir a San José donde el abogado de él y que
ahí le daría el dinero en efectivo, alo que el dueño de la finca le respondió
que no había problema, que de todos modos con la plata que el iba a recibir,
iba a comprar una casa en San José para vivir "en la comodidad de la ciudad,
como siempre había querido", y entonces ya él con su esposa, había planeado que se iban hasta con los
chiquillos -que ni unos ni otros conocían la ciudad- y que con el dinero de
la finca y de los animales y otros enseres, comprarían la casa y se quedarían
el resto de sus vidas disfrutando de las bellezas y en la comodidad de la
ciudad.
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Pues bueno, al día siguiente "don
Pastor" y el dueño de la finca, junto con su esposa y los chiquillos, tomaron
el bus y se fueron para la capital; la travesía no era muy agradable, pero
para quien nunca ha andado en bus era una bonita aventura, por supuesto que
si se realiza no mas de un par de veces; era aquel bus de antaño, el que
llamaban "la cazadora", porque parecía una jaula de cazar pájaros, los
asientos eran duros, no eran reclinables, se le metía el viento y hasta el
agua, la carretera no era asfaltada, era lastreada
y había muchos huecos, barriales curvas, cuestas, bajadas, piedras, polvo; y
con esa travesía y en esas condiciones, y sin estar acostumbrados a andar en
bus, no faltaba alguna persona (adulto o niño) que se vomitara, y ahí si que
la cosa se ponía color de hormiga, como decía mi abuelo, que en paz descanse.
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La cosa es que antes de llegar a
Cartago, "don Pastor" se tocaba la barriga y decía que se sentía mal, que la
comida del día anterior estaba muy rica, pero que parecía que le había caído
mal, y había amanecido como con "salidera"; que de vez en cuando se fe venían
unos retorcijones, que parecía que se los mandaba Dios padre, y que iba a
tener que decirle al chofer que hiciera una parada de emergencia, para
meterse a un cafetal a hacer su necesidad.
El bus pasó por San Isidro del Tejar, y siguió la ruta por agua
caliente de Cartago, que era la ruta antigua, y por ahí había unos
cafetales. Pues resulta que justo ahí
"don Pastor" dijo que ya no aguantaba, que iba a tener que decirle al chofer
que parara, lo cual hizo, y de inmediato "don Pastor" se metió al cafetal a
hacer su necesidad. Al rato, cuando ya
habían pasado como unos quince minutos y "don Pastor" no salía, ya el chofer
del bus estaba desesperado, porque no podía perder mas
tiempo, y tenía que continuar el viaje, entonces el chofer sonaba el pito del
bus, pero "don Pastor" no salía. El
dueño de la finca le dijo al chofer que por favor esperara, que no se podían
ir sin "don Pastor", pero el chofer ya no tenía paciencia, y entonces el
chofer le seguía sonando el pito y nada de "don Pastor". La cosa es que el chofer del bus, ya estaba
como agua para chocolate, y con la paciencia agotada, le dijo al dueño de la
finca, que fuera a buscar a ese señor, que seguramente algo le había
sucedido, porque ya era mucho rato y no salía del cafetal. Entonces el dueño de la finca, y hasta la
esposa con los chiquillos comenzaron a buscar en el cafetal a "don Pastor", y
buscaron por todo lado, y no se encontraron ni su deposición. "Don Pastor" no apareció por ninguna parte, era un
impostor, había echado a correr y ya iba largo, había "agarrado de chancho" a
todo el mundo, pasó una semana como en la gloria, los sueños del campesino se
vinieron al suelo, las vacas se comieron la milpa, y hasta el jilguero y el mosotillo se perdieron, y de "don Pastor" nunca se volvió
a saber nada.
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