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Los Duendes

 

Autora: María Eugenia Marín Córdoba

(Basado en Hechos Reales)

 

1949

 

Mi hermana y yo teníamos que ir a encerrar las vacas al potrero, Eran como las diez de la mañana; nos fuimos pero dejamos al pequeño de 4 años en la casa, como nos quedamos cogiendo anonas, duramos como dos horas en volver; pero cuando llegamos nos dijo mama, entre enojada y asustada: "¿Y el chiquito?  Se fue detrás de ustedes  ¿Donde está?" y nosotras le dijimos que no lo habíamos visto, entonces nos mandó a buscarlo, nos fuimos calle arriba llamándolo, buscándolo por las cercas, en la montaña y no apareció, nos devolvimos a la casa por si había regresado, pero no, nos volvimos a buscarlo por los potreros, por los bajos, a los ríos y nada, y las horas pasaban, casi de noche y nadie lo había visto.

 

Mama decía que lo buscáramos en el potrero, de pronto, cuando subíamos una cuesta lo vimos, saliendo de una tranquera.

 

-"¡Jorge, Jorge!  ¿Donde estaba?" le gritamos y al vemos, salió corriendo para adentro y nos pusimos a perseguirlo, cada vez mas lejos y ya estaba oscuro, al fin pudimos agarrarlo, se revolcaba, pateaba, daba manazos y no hablaba nada, entonces mi hermana dijo que seguro los duendes se lo habían llevado y agarrándolo bien empezamos a hacer la oración del padre nuestro, entonces se quedó quedito y ya pudo hablar, traía en la mano dos duraznos grandotes bien grandes, le preguntamos donde estaba y con quien estaba y quien le había dado duraznos entonces, con un suspiro nos dijo que unos chiquitos, lo habían invitado a comer duraznos y nos dijo:

 

-"¡Vamos, vamos a comer duraznos!"

 

Nos llevó por unos chárrales, bien largo, a donde estaba el árbol y nos decía:

 

-"¡Vean que ricos, como hay duraznos!"  Pero nosotras no vimos, ni árbol, ni duraznos, solo en el suelo habían muchas semillas de durazno, como si muchas personas hubieran estado comiendo, entonces mi hermana dijo:

 

-"¡Salgamos corriendo!, porque esto es cosa de los duendes, como perdieron a Jorge, nos quieren perder a nosotras y si oyen voces, no hagan caso".  Pasamos por caminos de espinas ya de noche, hasta que salimos a la calle y salimos en carrera hasta la casa, mi hermana se llevó al pequeño en los hombros.

 

Cuando llegamos, mi mamá se alegró de verlo y nos contó, que a una señora vecina, por irse a bailar, se le habían llevado los duendes al más pequeño de sus hijos, que aun no había aprendido a caminar, y que estaba histérica preguntando a los vecinos si lo habían visto.  Entonces un viejito le dijo que tenían que ir haciendo bulla por las calles, con música y mandolinas, porque eso le gustaba a los duendes y era la única manera, de que dejaran ir al niño que se habían llevado y solamente con música podían recuperar al niño.  ¡Tanto caminaron! cantando y orando, hasta que lo encontraron debajo de una piedra, rodeado de espinas bien protegido.  Por eso mi mama tenía miedo de que los duendes se hubieran llevado a nuestro hermano y no lo devolvieran.  Así que nunca lo volvimos a dejar solo.

 

Otra vez, mi papá se fue a dejar una vaca al potrero, allá por el tapezco, se llevó consigo a mi hermano mayor.  Cuando se acercaban casi las cinco de la tarde, mi papa oyó la voz de mi hermana Ligia, que gritaba desde lejos: "Papaaaa, Papaaaa".  Mi papa dejó la vaca amarrada a un árbol y a mi hermano trepado en el árbol, mientras él iba a buscar a Ligia.

 

Se adentró en la montaña, pues oía la voz de mi hermana cada vez mas largo, "Papaaaa, Papaaaa".  Él le gritaba, que se quedara donde estaba hasta que el llegara, pero la voz de mi hermana se escuchaba, cada vez mas lejos en la montaña, cuando estaba mas oscuro y no la encontraba, se dio por vencido y exclamó:

 

-"¡Ah condenada mocosa! que se pierda, ya no la voy a buscar más, a la mano de Dios, que no se la coma el Lión, mañana bien tempranito antes de que amanezca, vengo para ver si la encuentro".  Con miles costos, llegó donde estaba amarrada la vaca, mi hermano que estaba subido en el árbol, ya estaba dormido.  Cuando llegó a la casa, con todo su dolor le dijo a mi mama: "¡Para que dejaste a Ligia salir!, Allá se perdió en la montaña, no la pude encontrar".  ¿Cual Ligia? exclamó mi mama, Ligia esta durmiendo hace rato, mi papá asombrado dijo: "¡Que bandidos los duendes de veras que me vacilaron, bien vacilado!".