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LAS BOTIJAS.

 

Después de la Colonia, se repartían los terrenos de Costa Rica, para que los cultivaran, los campesinos sus sembrados, sus trapiches y sus vaquitas.

 

Por supuesto que vendían sus productos: ganado, quesos, dulce, maíz, etc.  Todo esto daba su ganancia, no habían bancos, entonces, ¿dónde guardar el dinero?

 

Hacían baúles de madera para guardar la ropa y en el fondo el dinero, pero muy rápido se gastaba, pues metían mano, aunque tuvieran candado, mejor buscaron ocultarlo más.

 

Pensaron que era mejor ocultarlo en tinajas o vasijas de barro, que después de llenarlas con dinero, se ocultaban en cercas de piedra, paredes de las casas, en itabos viejos que tuvieran un hueco en la base de la cepa, en alguna esquina de la casa, debajo o dentro del fogón o en el cerco donde lo enterraban sembraban un árbol de aguacate o un naranjo para marcar el sitio donde lo enterraron.

 

Pasaban años y los viejitos, no se acordaban dónde estaban enterradas las botijas, por lo que quedaban abandonadas.  Es así como nacieron las historias, leyendas y cuentos sobre las botijas.

 

Mi abuela dejó en el fogón de la cocina de la casa vieja, la primera que habitaron, una botija.  Esta se accedía quitando una piedra, por allí dejaban caer la moneda y ésta rodaba hasta el fondo donde se encontraba la vasija.  Muchos años después, cuando derrumbaron la casa, encontraron la botija.  En esa misma casa vieja, en la parte de bahareque, en un horcón esquinero había otra botija.

 

En la última morada de mi abuela, también había una botija, cuando se vendió el terreno, se realizaron trabajos de movimiento de tierra, en esta ocasión no se pudo recuperar la botija porque se fugó.  La gente aún dice, que existe un fantasma peludo que ronda por los terrenos.

 

Aquí, en Escazú, existían personas que alquilaban parte del solar para que los huaqueros buscaran botijas.

 

Los hijos de mi tío abuelo, al morir éste, vendieron el terreno.  Los nuevos dueños, cuando realizaban el trabajo de movimiento de tierras, quedaron sorprendidos al ver en la pala del tractor dos botijas.

 

En San Antonio de Escazú, un señor de apellido Araya vendió un terreno muy valioso, pues tenía una naciente de agua cristalina, con el propósito de curar a su hijo, pero no lo hizo, ya que al verse con el dinero en mano, se arrepintió de su decisión, pues pensó que para eso existían los hospitales.  Volviendo a la historia del terreno, cuando le echaron el tractor para hacer una casa, la que es ahora como un palacio, pues al remover la tierra salió una tinaja.  ¡Qué suerte!

 

Dicen que las botijas, cuando pasa tiempo y el muerto o el ánima del muerto no la ha entregado, pasan a poder del Malo.

 

Las ánimas cuando quieren entregar el oro o sea la botija, se les aparece en forma de persona, una luz roja o hacen ruidos; algunas son agresivas, mueven árboles, ramas, o tiran algún objeto, emiten quejidos, se oyen pasos y voces.

 

A una persona en Escazú, hace algunos años, me contó que le hacían cosas raras, le tiraban piedras, los trastos volaban, los niños amanecían aruñados y sin cobija, lo peor que le hicieron, le tiraron un cuchillo de punta, por lo que consideró que ya era suficiente y se fue de la casa.  Pero me contó que a pesar de todo, se fue de la casa con plata, pero no quiso contar cómo.

 

¡Qué de cosas se sabe de esas botijas!  Pasean por la casa con una luz roja, señalando el lugar donde está el tesoro.

 

Los que buscan esos tesoros, les pasan chascos, con el que voy a relatar a continuación.

 

Había un trapiche, que molían todos los días, siempre regalaban las cachazas para que los vecinos se la llevaran para alimentar a los cerdos y las gallinas.  El que jalaba esos desechos era un tontito, esos que tradicionalmente son blancos de los lugareños para molestarlos, se llamaba Luis, pero le decían Luisito Saca.

 

Para evitar que lo fastidiaran, Luisito Saca utilizaba un trillo por un potrero en una lomita, para transportar la cachaza, este potrero siempre tenía vacas, a la par del potrero existía un cañal que colindaba con un terreno que tenía una naciente, esta naciente es de esas en donde abunda el barro rojo.  En el potrero dormían las vacas con su toro, rumiaban apaciblemente.  Siempre Luisito Saca jalaba la cachaza por el potrero, con su balde en la mano derecha y en la otra una linterna de canfín, que apenas daba luz suficiente para iluminar el camino.

 

Al otro lado, en la calle, se divisaba la loma del potrero, por donde siempre caminaba Luisito.  En las noches, entonces se veía de forma tenebrosa una luz débil que subía y bajaba por la loma, que al rato cruzaba hacia el sur.

 

Un grupo de vecinos que conversaban animadamente en el corredor de una casa, en esas bancas donde acostumbraban relatar historias de miedo y cosas de susto.  En eso, el Sr. Salazar comenta- No se han fijado esa luz que pasa para allá y para acá en el potrero.  ¿No será una botija?

 

-¿Cómo una botija?

 

-¡Pos no te acordás, onde aquel Espinosa allá abajo!

 

Dice el otro - Pos eso hace tiempo

 

-No, no, Chiverrón es bueno pa sacar.

 

-A poco son pendejo y no le hablas.

 

-Claro que sí dice mi mama que mete los dedos en un tarro con agua y lleva algo bendito y le habla a la luz.

 

-¡Ay, eso tan valiente!  ¡Cuidado te haces rico!

 

-Yo si me animo, vas a ver, mañana voy.

 

-Bueno está haciendo frío, mañana a madrugar.

 

-Bueno, hasta mañana.  ¡Que te vaya bien con el muerto!

 

Se fueron a sus casas muy tranquilos, al día siguiente, llega Salazar con su tarrito de agua, un pañuelito con agua bendita, cruza la calle, se mete al cañal, brinca la zanja de la naciente, pasa al otro cañalillo, salta la cerca del potrero y se acuclilla para esperar a la luz.

 

-¡Aquí la espero, ya casi pasa, porque tiene que pasar!

 

- Nada de temblar, yo soy valiente.

 

Al rato, Luisito viene del trapiche, subiendo la loma lentamente y hablando consigo mismo, en su cavilaciones - esa vaca y el chancho pa qué las tienen, si comen tanto, ... bla, bla, bla.

 

En eso el Sr. Salazar, ve la luz venir.

 

-¡Ay, Ay!, allí la veo, valiente, valiente - se decía.

 

Se prepara el Sr. Salazar y cuando ve que la luz está bien cerca, brinca al frente de la luz, que no es otra cosa que Luisito Saca con su carga de cachaza, caé de rodillas haciendo los brazos en cruz diciendo - ¡Parte de Dios todo poderoso, si eres alma de este mundo o del otro, si es plata conmigo, si es promesa con otro!

 

No habiendo terminado de decir la retahíla, Luisito tira el balde de cachaza bañando al Sr. Salazar y sale corriendo pegando gritos de horror.  Luisito corre despavorido brincádose a una vaca echada y cayendo encima de otra, el toro se levantó furioso mugiendo y salió detrás de Luisito, quién se brincó la tranquera, cayendo de bruces en un charco de barro y boñiga, sin pensarlo se incorporó y continuó su carrera hasta llegar a la casa.

 

Por otra parte el Sr. Salazar, al tratar de, brincar la cerca del cañal, quedó pegado del alambre de púas, desagarrándose el pantalón, continuó corriendo por el cañal sin fijarse por donde iba, cayendo ¡chupulún! en la zanja llenándose de un barro pegajoso amarillo, cuando se dio cuenta que llevaba un tarro de agua, al pasar al otro canal dijo - ¿Qué hago con este tarro? - lo tiró y salió a la calle, cruza la otra cerca y llega a la calle, toca la puerta y abre la mamá.

 

-¿Pero, qué es esto?  ¿No entre, quién es usted?

 

-¡Mama, por Dios, soy yo!

 

-¿Cómo es esto?  ¿Qué le pasó?

 

-Pos fui a hablar a una luz de muerto.

 

-¿Qué, cómo en un barrial?

 

-No mama, ese tonto de Luis Saca cuñado de Villegas, que lo confundí con una luz de muerto y me pasó esto y esto...

 

-¿Pero muchacho, eso amarillo y tan feo?

 

-Pues de la naciente, allí donde los Indaleces, que frío, caliénteme un poco de agua en el balde, por lo menos para echarme en la espalda.  ¡Qué vida ésta, por quererle hablar a un muerto!