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Recordando los viejos tiempos
Con d. Ubaldo Montero
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Entrevista realizada en agosto de 2005 en
Buenavista de Pacayas a D. Ubaldo Montero
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Realización y trascripción: Miguel Marchamalo Sacristán
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D. Ubaldo, cuéntenos algo de sus
abuelos:
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Mi abuelo por parte de mi papa se
llamaba Ubaldo Montero Obando, natural de Pacayas y vivía en Patalillo. Queda
mucha familia nuestra allá, como Esther, la que está en el Colegio. Comencemos por ahí, mi papa me contaba que
mi abuelo le contaba a él de cuando vino el Padre Bruno a poner la iglesia en
lo que llaman la cuesta del Padre Bruno aquí en Buenavista, donde estuvo un
buen tiempo la iglesia. Para venir a dejar
los chiquitos a catecismo, que podía ser mi papa, mi abuelito tenia que venir a pasarles el río Birris,
pues en el río había león y tigre. El
tigre es pintado y el león es colorado, el tigre es mas
grande, el león mas bajito, pero ambos son
bravísimos.
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Todos los chiquitos de Pacayas tenían
que venir a Buenavista a la iglesia.
Ahora cambió de viaje, es para abajo, de aquí se traslado a Pacayas, a
la casa de viviendas donde esta el colegio, ahí
daban misa. Contaba otro señor Brenes
que cuando había turnos, él tomaba mucho licor, y que en aquella época no
había cárcel, sino cepos de esos que hay para las vacas y le metían la cabeza
ahí hasta que se compusiera.
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De ahí cruzaron hasta donde está la
iglesia ahora, la primera fue hecha por mi abuelito Rafael Gómez, por parte
de mi mama. Luego se quemó, yo lo
recuerdo. Mi abuelito hizo la casa de
los González en la hacienda y la de la finca de Birris. El era carpintero, se dedicaba a construir,
era ebanistero.
Había un aserradero en Pacayas en aquel tiempo, pero no era de él,
después lo quitaron, será que no les permitían, y lo pasaron a Sta. Cruz de
Turrialba y después lo quitaron de ahí rotundamente.
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Las maderas que más usaban eran quizara amarillo, ocora, cedro,
ciprés y jaul, que era ya lo de hacer cajas. Entonces, pongamos, la iglesia se traslado
allá, hicieron la parroquia en Pacayas.
El padre Bruno no siguió en la historia que contaba mi abuelo porque
no se sabe para donde cogió. La gente
lo estimaba mucho, él era muy exigente.
Bruno tiene que ser el apellido, seguro era extranjero, después se fue
y ya no quedó nada. Su iglesia estaba
en esa cuesta de la escuela 100 varas bajando para el río Birris,
esa cuesta está perdida, sería muy bonito verlo arreglado. No queda nada, rotundamente desapareció
todo, ya últimamente lo que había era una casa, ahora hay un galerón, siempre
hicieron un galerón. Entonces ya vino
el padre Trejos, Juan de Dios Trejos.
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¿Como es
que los padres se fueron a meter allá tan largo?
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Quién sabe que sería, en ese tiempo
los padres buscaban las montañas para ir a retirarse porque diay, donde menos el Padre Alvarado compró del río Birris, al río Coliblanco, del río Coliblanco hasta
Irazú, desde Irazú otra vez al río Birris por ahí
por San Pablo. Eso era una finca de
solo montañas a 50 centavos la gracia.
La gracia era una manzana en aquella época.
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¿Fue el Padre Alvarado el fundador
del cantón?
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Pueda suceder, Pacayas de Alvarado, como
era el Padre Alvarado, tenía este territorio aquí y daba misa también, eso sí
lo contaban también mis papas y mis abuelos.
De eso hace demasiado de años, según la historia de ellos puede hacer
130 años. Mi abuelo nació en 1870 y
murió en 1931. Eran llegados de otra
parte, mi abuelo venía de Tres Ríos, de la familia Montero, y por eso decía
que era español, el papá de él era español.
Los Gómez, según mi abuelo, eran de Venezuela, llegados a San Rafael
de Oreamuno.
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Mi abuelita era de Pacayas, por los
apellidos. La otra abuela era
italiana, el papá de ella era, concretamente, italiano. Era de esos hombres bravos, de tener un
hijo amarrado de las seis de la mañana a las seis de la tarde, porque pelando
una caña le cortó a una hija. Y llegó
el que le había regalado la caña y le dijo: "me lo suelta o nos damos aquí
a cuchillo". Antes no era cuchillo
sino cruceta. La cruceta no tiene
filo, es bestial verdad la cruceta, tiene una cruz y por eso la usaban para
las brujas, la clavaban y las brujas jalaban.
Los cinchazos que se daban lo dejaban negro a cualquiera si lo
agarraban y no se podía defender, me contaba mi papá, que sí conoció bien la
cruceta, a pura cruceta no lo cortaban pero lo dejaban de otro color.
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¿Y qué era eso del pleito entre
Pacayas y Cervantes?
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Cervantes pertenecía en lo
eclesiástico a Paraíso y en lo civil a Pacayas. Pongamos que solo había la iglesia de
Pacayas y los de Capellades tenían que subir a misa Peleaban tanto Cervantes con Pacayas, que
se venían para misa los dos pueblos, diario estaban en guerra, dejaban las
crucetas en la puerta de la iglesia al lado de afuera y cuando salían se
metían unos guarolazos y comenzaba el pleito. Según contaba mi papá eso era deporte
francamente, casi la pelea era antes como un deporte. Antes eran gente muy católica, eran gente
tan católica que esa gente no le espiaba ni para atrás en la mis. Dice mi papa,
que esto si lo conoció mi papá, que en la iglesia nadie espiaba ni para un
lado ni para atrás. Es tan así que el
abuelo de mi papa, ese italiano, tenia unos hijos
muy regaditos y fíjese si seria así que se metían
en la iglesia, se quedaban al lado de atrás y se salían y le
ponían tarros a las yeguas para que salieran huyendo. Entonces se quejaban de ellos: "es que
son los hijos suyos" y él les daba una buena zunda,
que no lo volvieran a hacer y tal. Y
en otra se iban y se volvían a hincar otra vez del lado de atrás, dejaban las
yeguas de los vecinos por Patalillo para que al
terminar la misa fueran con los tarros y latas allá, amarradas de los
rabos. Uno se llamaba José María Jara,
solo Pata le llamaban, le decían: "Pata, mira el falso que nos
levantaron, nosotros estábamos del lado de atrás de ustedes y vea donde
vienen las yeguas con los tarros".
"Ah con que esas tenemos, ah con que esas tenemos", decía el
dueño de las bestias, "tome para que en otra sepa lo que habla" y de
una vez se lo apeó el italiano, el abuelo de mi papá. Aquí hay mucho Jara en pacayas. La gente de Pacayas peleaba demasiado, las
crucetas comenzaron a desaparecer en los años cincuenta, después de la
revolución del 48, todavía un hermano mío tiene una ahí. Después fueron puro pleitos de puños,
nosotros cuando estábamos carambillas corríamos para verlos.
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José María Jara era el hijo de Jesús Jara el
italiano, que era de así de esta forma.
Mi papá tenía poco más o menos doce años y un tío de mi padre, llamado
Miguel, tenía la misma edad. Entonces
tenían un enemigo en Pacayas de la misma edad. Cuando ya venía el otro silbando y le dice
Jesús Jara a su hijo: "Miguel tome este rejo y métale cuatro rejazos a ese sucio que viene ofendiendo ahí a José María
y cuidado me lo deja sin hacer nada porque cojo el rejo y le doy a usted". A otro Jara le molestaron un hijo los
peones, ya estaba grande el hijo, y se topa a uno de los peones, Madrilio Morales. Y le dijo: "Madrilio,
ponga esa carga de leña abajo para que arreglemos las cargas a ver por que molestaron a Pepe Jara". El otro decía: "Ay, no, no". Pero
Jara le decía: "o la pone abajo o le hago ponerla abajo". Como sería que le mandó un mangazo que al
otro día Madrilio tenía el ojo negro y decía: "tropecé
con un armado"
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Mi abuelo nunca peleó, pero una vez,
por el puente del Caris vino un señor y le dijo: "he venido para que
probemos a ver si es cierto que usted es tan valiente". Mi abuelo le dijo: "No me gusta pelear,
no me gusta molestar". Y el otro insistió: "0 nos probamos o le a
cómodo" y se para mi abuelo y sonó hasta donde cayó el otro. Dicen que mi abuelo tenía un fuerzón que alzaba una carreta de un lado cargada con
sacos de papa. Una vez fue a jalar
unos bueyes y le echó mano a un cacho y se quedó con el cacho en la
mano. Lo jalaron a mi abuelo ante el
jefe político, que le dijo: "mire ñor Ubaldo que
usted le pegó un pescozón a este señor", y mi abuelo dijo: "es que
este señor quería tantearme". El jefe político, D. Rafael Solano, dijo al
otro: "... ah con que esas tenemos" y éste dijo "seamos
amigos".
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¿Como se vivió acá la
revolución?
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Se vivió muy fatal, todo eso me lo sé
yo de memoria, pues yo nací en 1933 y yo lo viví, me acuerdo muy bien. A uno, claro, no le hacían nada, pero los
papas de uno tenían que andar huyendo porque el error de ellos fue muy
grande. Porque apenas dijeron Figueres
llegó al cerro de la muerte, donde él tenía la finca la Lucha, se van de aquí
como a las seis de la tarde a sacar al jefe político. Y lo sacaron, lo dientes se los quebraron,
el hombre zafó y se fue y cogió unos cañales ahí por Cervantes y se salió para
Cartago. Claro, al día siguiente
venían camiones lleneciticos de puros mariachis,
como llamamos. No era tal ejército,
venían de Nicaragua, el gobierno tenía mucha
personas que le ayudaban y ellos se venían con el fin de molestar. Estos rentaron a todos, quedó Pacayas nada
más que las mujeres, limpio limpio, ellos cogían
las pulperías y se llevaban todo lo que había. Fíjese que a un tío mío le dijeron: "váyase
allá por la carretera por Cipreses y se mete debajo de la alcantarilla y
llévese esta bombeta y cuando pasan los mariachis, usted la revienta",
que ya se sabia que venían para Pacayas. Y tuvo el valor de reventarla y agarró por
aquellas faldas de allí arriba y vino a salir de una vez por el volcán. Ya los demás venían por Patalillo
que no le daban campo a los talones, pegando en las nalgas los talones. Venia un liberacionista muy charlatán
huyendo para arriba y decía: "mire señora, aquellos caen como vástagos
allá en Pacayas".
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Los hombres cogieron por las montañas
de la Picada, nosotros donde mas subimos fue por
aquí por estos cerros, toda la mala noche la pasábamos ahí entre los
potreros. Las mujeres estaban dentro
de las casas, no las maltrataron. Se
vinieron cantidades de mariachis, bajaban las vacas de donde los González, se
llevaban la leche de las lecherías, de las pulperías todo se lo llevaban para
comérselo, los chanchos, ... Y ya Pacayas quedó en mano de ellos, porque
no había nadie, ¡quién iba a haber! A
dos que quedaron y se pusieron con una caña de tubo a hacerles frente, los
tenían bien cinchoneados en el cuartel donde se los
llevaron. Jaime Acuña y Rafael Quirós
se llamaban. Cuando le pegaban, Jaime
le decía a Juvenal Várela, que era calderonista, "usted
que es de Pacayas, defiéndame", y Juvenal decía: "déle
mas a ese tal hijo de tal" a los dos a Rafael y a Jaime. Y claro, cuando
ya dijeron: "llego Figueres a Cartago", en la misma noche lo mataron a
Juvenal, lo llamaron a la puerta y lo mataron, el mismo día que llego
Figueres a Cartago. Fue el único que
murió de Pacayas. El padre Coto era el
padre de Pacayas cuando a la misma hora le avisaron que al papá lo habían
matado. El hombre se fue a ver en una
esquina y pasó una bala que lo mato en Cartago. En la misma hora que llegaron con la
noticia de Juvenal, estábamos nosotros en Pacayas. Después hubo juicio con abogados y todo,
pues habían testigos y los acusados tuvieron que
defenderse, pero como era político al final no paso nada más.
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La guerra la pasamos nosotros
escondiéndonos. Las personas escondían
la comedera y después no a parecía lo que se
escondía. Una vez nos juntamos tres
hermanos y dos primos hermanos y nos vamos por ahí por Irazú, que había una
lechería del señor Talí Masís y nos vamos a sacar
el queso, sacamos como trescientos quintales y lo escondimos entre la
montaña. Ya en la tarde, como a la
una, nadie llego, nadie llegó porque decían que iban para allá los mariachis. Nadie quería traer el queso y fue un costo
traer el queso. Veníamos cinco y más
arriba dijo uno de nosotros: "inventémonos algo, vamos a hacer una cosa:
usted es un reo y su hermano otro y nosotros somos los mariachis". Y comienzan ellos a hacer esa bulla arriba
y aquí hace mucha neblina, en eso comienzan las señoras a gritar y todo el
mundo se esconde, al río Birrís cayeron más de uno
al fondo. "Allí vienen los mariachis, ahí vienen ya..." y uno le
avisaba al otro y otro y así. Y
veníamos por un potrero ahí bajando cuando mi primo dice: "tírelo porque
se va a ir, tírelo por que se va a ir" y salgo
yo rodando y así me vieron donde caí y ya dijeron que me habían matado. Los que estaban en ese lamento eran las
mujeres, los hombres ya habían desaparecido.
Más abajo ya nos calmamos y botamos los palos y nos encontramos a un
señor y le saludamos y todo. El señor
iba para esa casa y cuando llegó le dijeron: ¡cómo ha hecho usted para
salvarse si acaban de bajar los mariachis por allí!, llevaban dos reos, quiso
zafársele uno y decían: tírelo, tírelo". Y el señor: "diay yo lo que vide fue a los
muchachos de José María Montero y los hijos de Gilberto", así nos
metieron una buena zunda. ¡Qué historias, usted sabe: en lo peor de
la guerra y vacilando en ese plan!
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Mi papá no tenia un cinco
y un día me encontré 20 pesos en el rió Birrís, seguro de otro pobrecito que iba a traer comedera. En esto
se nos acabo el café aquí arriba y me mandaron para Juan Viñas. Ya Figueres estaba muy cerca y se estaban
yendo las gentes, porque Figueres estaba muy demasiado cerca de Cartago. De aquí a Juan Viñas se puede gastar una
hora. En esto llego yo a Juan Viñas y
compro el café cuando me dice un señor: "ya llego Figueres a Cartago"
y yo no me doy cuenta ni de cómo subí.
Aquí era prohibidísimo pasar por esta finca de los Sánchez, de
Capellades y más que eran mariachis y lo hacían a uno estorrentadito. Ese día era tal la alegría de que venían,
que habían como cinco o seis por allí que me eran conocidos (mas bien yo después los
molestaba) y me dijeron: "¿no sabe que es prohibido pasar por aquí?" y
les digo: "déjeme pasar porque Figueres llego a Cartago" y se quedaron
que no decían palabra del susto, ¿usted sabe?
Saber que eran calderonistas y que Figueres
había llegado a Cartago. Y llegue aquí
a la casa a contarles que ya Figueres había llegado a Cartago y todo el mundo
se puso en movimiento, todos para Pacayas y los mariachis se perdieron, se
jalaron, no quedó nadie. Los Sánchez
no tenían mucha enemistad y se quedaron, nadie les molesto. Al que era calderonista
todos los liberacionistas lo molestaban, pero al que era muy calmado casi no
lo molestaban.
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¿Qué ocurrió después de la guerra?
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Después se calmo todo, ¡pero hubo una
pobreza después de la guerra! Nadie
daba trabajo, nadie tenía plata, ¡una ruina tan grande cayo en Costa Rica!
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Hasta que ya un día llego Figueres y
se trepo a un cajón ahí en Pacayas y dijo: "bueno muchachos, les hago ver
que el día de mañana está el banco con las puertas abiertas para el que quiera
trabajar". Dio crédito para
sembrar y al otro día no más estábamos en el banco haciendo la solicitud a
las 7,00 de la mañana. Todo el mundo
lo hacía porque estaba muy enjaranado para ya comenzar a trabajar. Y ya comenzó que aquí una vaquita tenía que
tener cada uno, que todo el mundo tenía que ser calzado,... Yo, los primeros zapatos, me los puse a los
18 años. Aquí todo el mundo iba
descalzo, lo único que podía valer aquí era la bota y el caite de cuero, pero
eran muy pocos, apenas las personas mayores, que los usaban. Todo el mundo iba descalzo con barriales,
piedras y frío. En ese tiempo no
entraban resfríos, nada hacia daño, se hacían unos
tremendos barriales y la gente no se enfermaba, ahora sí por estar
acostumbrados al calzado. Las calles
eran barriales apenas llovía y aquí llovía mucho, los caballos se iban hasta
la panza y cargaditos y las pobres bestias, se maltrataban. Llovía más, llovía el doble, aquí pongamos,
un temporal lo conocí de un mes y mi papá lo conoció de tres meses. No era aguacero, era una neblina pero con
lluvia suavecita, y se hacían unos barriales por las vacas y las bestias que
pasaban. Ahí por Patalillo
se hacia un barrial como de un metro y uno como era
descalzo se arrollaba hasta la rodilla y jale y se iba a lavar detrás de la
iglesia. Y no le hacia
daño a nadie, nadie padecía. Es que
antes no padecía la gente, usted no oía nada más que se murió fulano e iba
para el entierro. Yo no me acuerdo
que, como a decir ahora, no había seguro, no había doctores, no había
nadie. Para poder venir un doctor de
Cartago era un disparate. Costaba que
viniera, había que traerlo a caballo.
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¿Cómo eran estas montañas?
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No eran muy demasiado montañas, sí había
mucho árbol, muchos palos, palos grandes de roble, cedro, de yas había muchos palos, se producía muy buen yas aquí. Ahora
hay muy pocos, unos dicen que es la electricidad, los rayos sí que los
despedazan, ¡fíjese que allí abajo había un palo de yas
y lo desarmó un rayo! Había mucho
animalillo, tigrillos, leoncillos, mapachines, quetzales, ...
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Los pedazos que comenzó a sembrar mi
papa no tenían montaña, siempre tenían palos muy grandes, como decir de yas, yo vide de unos que
voltearon para poder sembrar. Mi papa
murió hace 66 años, llegamos acá cuando yo tenía 4 años, en el año 37. La primera finca de mi papa, de 4 manzanas
era más arriba, donde vivía Rosy. Hubo
otros antes que voltearon cualquier cantidad de montaña. Esa casa donde vivía mi papa que la apearon
no hace tanto podría tener unos 100 años, lo mismo que ésta que apeamos
nosotros y esas casa las hacían a pura hacha.
No había aserradero pero si buena madera. La madera de esa casa la trajeron de ese
alto. Las tablas y los palos eran
hechos a pura hacha.
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La montaña de Buenavista la voltearon
gente de antes, Urbano, Cipriano Obando, que dejaron familia pero no de
ahora, ya que ahora las familias acá son solo Serrano, Montero, Montenegro y
Castro. Casi es una sola familia Serrano
hasta pegar a Irazú. Nosotros le
compramos la casa a Cipriano Obando.
El vivía en esa casa y ahí llegaban los nietos, Cruz Obando de
Cartago, y en ese tiempo la distracción era la garrocha y los zancos.
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¿Recuerda alguna historia de los tiempos
antiguos, de cuando los indígenas y los españoles?
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La historia del cacique la contaban
personas muy mayores cuando yo era pequeño.
Ésa es una historia que la contaban, como que
no es tan vieja pero no deja de serlo.
Antes no había presidente, sino que era como un comandante en
Cartago. Cartago es donde iba a ser la
capital, pero después resolvieron, o es que tenía más valor o más fuerza, que
fuera en San José.
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El cacique era de Turrialba, era
indio. Peleaban mucho entre Cartago y
Turrialba, porque éstos eran indígenas.
Los mulatos eran los de este lado, los del lado de Turrialba, y los
del otro eran blancos, españoles, que comenzaron a venir a Costa Rica, a
llegar a Cartago. Antes era de esa
forma, la gente se manejaba así, peleaban, como el pleito entre Pacayas y
Cervantes. Los indios tenían sus
historias y sus maneras de ser, entre ellos tenían un cacique. Y hacían trincheras aquí por Quebrada Honda,
cerca de Juan Viñas para defenderse y hacer la guerra contra Cartago. El cacique se transformaba cuando quería en
un pájaro, para huir o para molestar.
Así fue como le tiraron y le mataron en una batalla donde está ahora
el parque de San Rafael de Oreamuno.
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¿Y después qué ocurrió con los
indígenas?
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Los indígenas se fueron corriendo al
perder las batallas. Entonces la
Virgen de los Ángeles se apareció y fue una paz muy grande, pero ya se habían
retirado ellos y los que murieron, murieron.
Por esa parte de San Rafael de Oreamuno queda algo escrito del primer
comandante que había en Cartago, el que mataba los caciques.
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Los indios tienen mucho poder, es un
poder tan grande que Dios les dio.
Allí en Talamanca cuando no querían que entrara alguien crecían los
ríos. Un día le regalaron una novilla
a un señor que fue a pasear donde los indígenas y, como no tenían mecate, le
dieron un bejuco para amarrarla.
Llegando a Moravia le dio pena pasar por el centro con la novilla
amarrada con un bejuco y entró a comprar un mecate. Tardó en comprarlo y amarrarlo y se hizo
loco el animal y se devolvió otra vez y llegó donde estaban ellos. Los indígenas le dijeron: "malagradecido,
el animalito iba bien con el bejuco".
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Tenían muchas cosas para curar,
pasaban por aquí y curaban a más de uno.
Tenían que ser indígenas, pues se desaparecían. A mi tío le habían curado, tenía un mal de
estómago y pasó un señor por ahí, y le dijo a mis abuelos que le dieran tal y
tal cosa y no volvió a padecer. Yo que
he andado tanto, iba a Turrialba y ahí los veía, siempre en la misma forma de
ellos, que el hombre no hace nada, no trabaja. Se venían para Aquiares
a coger café y la mujer con la carga y los carajillos al hombro y el más
chiquitillo amarrado y el hombre atrás sin hacer nada. Se metían ahí en un galerón que había que
llamaban la chanchera en Aquiares y ellos iban a
traer un racimo de guineos para cocinar.
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D Juan Alonso era un español que
vivía aquí en Pacayas y trabajaba mucho, dormía apenas 3 horas. Una vez le preguntaban: ¿por que es que los ticos somos tan perezosos? y dijo:
"es que tienen mucho de indio y al indio no le gusta trabajar". El tenía la finquita en pacayas y a las 11
de la noche todavía le veían hacer mantequilla y a las 3 de la mañana estaba
ya en movimiento. Quedaba con los
peones para sembrar pasto y cuando llegaban al trabajo decía: "vaya y
siembre pasto, ya esta todo jalado". Juan Alonso se fue para España, vendió la
finca y todo.
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¿Qué recuerda de la historia de
Pacayas?
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Antes Pacayas no era cantón, eso yo
no lo conocí. El gobierno tenía que
firmar a las 7,00 de la mañana cual de los dos quedaba como cantón:
Capellades o Pacayas. Usted sabe, siempre
hay gente que no duerme, se fueron a caballo como a las 4 de la mañana y la
cosa es que llegaron a las 7 de la mañana, apenas abría el gobierno y
dijeron: "estamos aquí para firmar que Pacayas sea el cantón de Alvarado". Se fueron los más grandes, como decimos
nosotros, los más grandes del pueblo, no los conocí tampoco: Ceferino
Fernández, Raúl Chacón, Narciso Masís y el otro era Solano. Y a las ocho llegaron los de Capellades y
se encontraron que ya estaba firmado con los de Pacayas. Con Capellades nunca ha habido
pleitos. Eran pueblos muy pequeños,
Capellades quería ser cabeza de cantón porque es mayor de descubierto que
Pacayas, lleva más tiempo. Por
Capellades pasaron unos capuchinos españoles y trajeron el nombre del
pueblo. Venían a pie desde Limón y
pasaron por Capellades y les dieron posada allí. Hicieron iglesia y dieron el nombre al
pueblo. Donde primero hicieron la
iglesia fue en Santa Teresa. El nombre
de Pacayas es porque había muchas matas de pacayas, como en Patalillo, que había mucha pata, que es una hoja grande
que se usa como un paraguas, un poco redonda.
Birrís fue un indio que paso por ahí y le
gustaba andar poniendo nombres y le puso Birrís.
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Sobre el nombre de los ríos gemelos,
ahora viene a aparecer que mis abuelos Gómez Masís vivían a 100 varas del
puente de los Gemelos y tuvieron gemelos y por eso se le llama así a los
ríos. Nosotros estábamos en la Escuela y* para tomar café no teníamos más que
cruzar por la municipalidad a la casa de mis abuelos. En Pacayas, siembros de café nunca hubo, pues el clima es muy frío.
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¿Ha vivido alguna experiencia
misteriosa en esta zona?
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Hace un tiempo decían que había una
luz en aquel altillo. La veía un señor
que vivía a unas 200 varas, dice que era una luz corriente. El hombre era de mucho respeto, pero no hubo
una cosa efectiva. Allí había un palo
de cedro, antes se creía mucho, y se secó el palo de cedro. Entonces se nos viene a nosotros, como que
se quería salir esa piedra. Y nos
ponemos, éramos unos cuatro, comenzamos a escarbar y escarbar, lo que nos
faltó no lo sabemos, es que quizás alguien dijo malas palabras o algo, y lo
que vimos entre el hueco, debajo de la piedra, parece que lo estoy viendo,
fueron unos papelillos dorados de cigarro.
Y yo me la traje, esa piedra puede tener 45-46 años de estar ahí, duro
añales en el corredor. La montamos en
una horqueta de targuá entre dos, llevándola como
un yugo. Esa piedra es hecha, no esta así natural, lo que me extraña es lo que pesa. No habían huesos, no había nada debajo, es
un misterio, ...
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¿Cómo se interpretan las luces?
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Antes se enterraba el oro y la
plata. Todo el mundo enterraba la
plata. En Pacayas se hizo uno rico
porque tenía mucha amistad con uno que estaba muy enfermo y fue a cuidarlo en
la noche. Él le dijo: "m'hijo..." y el otro le dijo "tata, ¿qué se le
ofrece?", pues en aquella época se decía tata, no se decía papá. El enfermo dijo: "Allí debajo de esa
mata de azul hay un poquito de plata para que me entierren" y el otro
dejó al tata solo y se jaló y se llevó el oro.
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Donde se ve una luz la gente piensa
que hay plata, siempre. Ande menos
donde Las Mesas salía una luz. Un carambas se arriesgó y se fue y se topó con algo o
alguien que andaba en penas y decía que había un entierro en tal parte. Lo cierto es que había un entierro, lo
fuimos a ver, allí estaban las canoas grandes con un poco de oro y
plata. Ese entierro nunca se me
olvida, está ahí donde esta el portón de las mesas
a 300 metros. El carambas no se fue a
pedirle permiso al dueño de la finca y el dueño envió unos guardas que si se
arrimaba allí lo mataban. El dueño se
vino y lo sacó todo. Ahí termino todo.
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Aquí había mucha confianza de que
hubiera plata, porque el señor que vivía, Toño Quesada, que lo conoció mi
padre, desde donde vive mi hermana hasta aquí era de él. El sembraba pura granadilla, sólo
granadilla y durazno y llevaba la granadilla a caballo desde aquí a Santiago,
donde pasaba el tren para Cartago. Las
esteras donde dormía uno antes las hacían de venas de guineo. Toño Quesada arrollaba las esteras y las
llenaba de granadillas por dentro y se las ponía al caballo, y bajaba para
venderlas a seis reales allá. Hizo
plata, eso se cree. Ese hombre tenía
una historia muy buena, que conocía mi padre, iba todos los días a Pacayas a
misa y con nadie conversaba, solo buenos días. Nosotros les compramos a los hijos. De ellos sí que hay mucha familia aquí en
Pacayas.
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Antes había la creyencería
de que donde se echaban los animales salía luces. En Buenavista se vieron luces por ahí por
la escuela, seguro por el echadero de los animales, por los gases que
dejaban.
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¿Se encontraba oro por aquí?
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Tenía yo como dos años y los gringos querían
comprar el volcán Irazú para sacarle el oro.
Todos estos ríos han tenido oro, especialmente el río Birrís. Antes
había gente que se dedicaba a esto, ahora ya no, será porque se ha prohibido.
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¿Quedan aún personas que cuenten
historias y leyendas?
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El tío de Israel Martínez, un vecino,
nos contaba muchas historias de esas gentes, vivía en los Ángeles de Cartago,
pero ya murió. Mi tío, Pepe Gómez era
otro gran contador de historias, ahora no queda gente que se interese en las historias. Uno fue aprendiendo de ellos, de vez en
cuando me consigo alguno y empezamos a hablar. La gente de mi edad no cuenta casi nada, se
mantuvieron todo el rato dentro de la finca, no se enteraban de nada. Desde muy joven, cuanto estaba de 10 años
yo me iba de aquí a que me hicieran galletas y arepas a Santa Cruz de
Turrialba a casa de los tíos de papá y allí me contaban muchas
historias. Mi papá y uno de ellos se
volvían a la 1 de la mañana de sólo contar historias. Tomás Jara era el de Santa Cruz, también
estaban Toro Jara, Melinda, Mencho, ...
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