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El susto con la
vaca recién parida
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Recuerdo
con mucho cariño esta anécdota que me ha enseñado toda mi vida: la
importancia de compartir y de ayudarnos unos a otros y a valorar la
naturaleza.
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Hace unos
treinta años aproximadamente, mi abuelo: Don Nautilio
Fernández Meléndez aún contaba con su pequeña finca en las colindancias con
el Río Birris, específicamente en la parte sur de
la ahora Finca del Colegio Técnico Profesional de Pacayas. Mi abuelita, Alicia Orozco Cerdas, una
señora, gruesita y muy dulce, nos esperaba, a mis dos hermanos mayores y a mí
después de que salíamos de la escuela para mandarle el almuerzo a mi
abuelo. Nosotros, muy contentos salíamos
de las clases y pasábamos a dejar los bultos y a cambiarnos de ropa y zapatos
para ir a dejarle el almuerzo a mi abuelo, porque eso era un Super Paseo.
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Llegamos
los tres, Manuel, Marlenny y yo (Libia) a donde mi abuelita y nos daba un
gallo de frijoles molidos en tortilla y nos decía: "ABREVESEN, ABREVENSEN"
para que nos apresuráramos a comernos el gallo y fuéramos a dejar el
almuerzo, porque el abuelo había salido muy temprano y ya debía de tener
muchísima hambre.
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Bueno,
tomamos cada uno el bulto que nos correspondía y emprendimos el viaje,
primero cruzar una cerca de púas.
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Manuel,
como todo un caballero nos decía, bueno pasen ustedes primero mientras yo les
sostengo los alambres de púas para que pasen, pues estos estaban colocados en
hiladas muy seguidas y era todo un arte cruzar por allí.
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-Oh, que problema. Marlenny pegó la blusa en los alambre y yo tenía que
auxiliarla para desprenderla de los alambres.
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-Luego, me
tocaba a mí el turno de pasar.
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-Pase con
mucho cuidado pero, también al final pegue la enagua que era roja en los
alambres y mis hermanos me ayudaron a desprenderme.
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-Luego paso
mi hermano con la ayuda de nosotros dos y el fue más astuto porque el pasó
por entre el suelo y la última hilada rodado y no pegó la ropa en los
alambres pero sí se ensució.
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-Bueno,
pasamos el primer obstáculo y seguimos nuestro rumbo, hacia un portillo que
había antes del Río Caris, lo pasamos y luego llegamos a la parte del
paredoncillo que existía, bajamos con cuidado y cruzamos el Río con mucho
cuidado sobre las piedras que estaban colocadas para ese fin, porque algunas
se movían y uno podía resbalar y caer al río.
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-¡Dicho y
hecho!, yo me resbalé pobre la piedra y metí el pié en el río, casi caigo
pero me sostuve y mis hermanos me dieron la mano para terminar de cruzar.
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-Llegamos a
la otra orilla yo sacudí mi sandalia para continuar el camino, pero con el
agua y la tierra mi pie constantemente resbalaba, conforme avanzaba en trillo
que había.
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-Llegamos a
la segunda cerca, que tenía las mismas características de la primera pero
allí pasamos sin problema porque uno de los alambres de la parte de abajo
estaba flojo y permitía mejor el paso, hacia el siguiente potrero.
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-Continuamos
nuestro camino, pero con mucho temor porque en este lugar habían vacas y nos
habían dicho que allí también había un toro, por eso pasamos con mucho temor
y rápido, al llegar a la siguiente cerca, allí había un portillo para
personas y pasamos tranquilamente hacia el sector de bosque, donde había
muchas matas de mora, allí era muy bonito pasar porque podía uno observar,
ardillas, pajaritos de todas clases, mariposas, lo único feo era que cuando
se escuchaba un ruido entre la armazón creíamos que era una culebra y nos
asustamos y corríamos por el medio, luego llegamos a otra cerca que era donde
estaba la finca de mi abuelo, y empezamos a gritar: "Ito,
Ito, ya le trajimos el almuerzo" y ya salía por
entre la milpa con una mazorcas de maíz, y nos dirigimos hacia la troja, una
vieja construcción donde allí guardaba el maíz, allí veíamos la máquina para
desgranar el maíz, el arado, la bomba de atomizar y un estañon
donde se escuchaba un ruido como de rasguños, al preguntar nos dijo mi abuelo
que viéramos lo que allí había, cuando lo hicimos nos asombramos, era un
armadillo que había atrapado, ese día conocimos lo que era un armadillo
porque no los conocíamos.
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-Mientras
almorzaba "Ito", mi abuelo, nosotros
empezamos a corretear por otro lado donde había un árbol de guayabas y
cogíamos alguna, también había un palo de durazno y cogíamos también, pero
nos llamó la atención un ternero: había una vaca recién parida y queríamos
como todo chiquillo conocer el ternerito, nos acercamos pero lógicamente a la
vaca no le gustó y nos persiguió y principalmente a mí porque yo andaba con
una enagua roja, ¡se imagina los gritos que yo pegaba al sentir corriendo
detrás de mí la vaca! El pobre de mi
abuelo dejo de lado su almuerzo para salir a nuestro auxilio, amarró la vaca
y la llevó a otro lado con el ternero y luego nos regaño por ser tan
atrevidos y a mí hasta que el corazoncito casi se me salía del gran susto y
verme él el semblante que tenía, seguro blanca o verde del susto, me dio un
poco del fresco que le trajimos para que se me bajara el susto, (por dicha
que en ese tiempo yo corría bastante y aunque se dificultaba por lo alto que
estaba el pasto, la vaca no me dio alcance).
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-Una vez
que él terminó, nos dio otros paquetes para le trajéramos a mi abuelita y nos
dijo: "llévenle este maíz a Alizia y esta leche,
le dicen que prepare el requesón para más tarde" (El
era medio zopetas).
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-Ya nos
regresamos y nuevamente cruzar el bosquecillo y allí aprovechamos para coger
moras que estaban maduras, y más guayabas.
Luego pasamos ahora con mucho más cuidado y rápido el potrero donde
había vacas porque ya nos habíamos llevado un buen susto con una, cuando
llegamos al otro, por lo menos yo di un fuerte suspiro, porque ya habíamos
pasado un gran peligro. Seguimos hasta
llegar al Río, esta vez al pasar fue mi hermana la que resbaló pero tampoco
callo la pudimos sostener entre mi hermano y yo, y terminamos de pasar el río,
al otro lado, ya eso era prácticamente pan comido, subíamos la ladera
corriendo hasta llegar al portillo, seguimos subiendo en carrera hasta llegar
a la última cerca que ya pasamos sin problema.
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Finalmente
llegamos donde mi abuelita, le dimos los paquetes y el recado y nos dijo que
fuéramos a donde mi mamá porque nos estaba esperando para que almorzáramos,
pero hambre ninguno teníamos, porque entre el gallo de frijoles que nos dio
ella antes de emprender nuestro Super Paseo, los
duraznos, guayabas y moras que nos comimos, ¿qué hambre íbamos a tener?
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Por eso,
siempre había pleito con mi mamá porque dejamos mucho de lo que nos daba de
almorzar.
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Por Libia Mª Figueroa Fernández
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Pacayas 4
de noviembre, 2005.
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AUTORA:
Libia María Figueroa Fernández
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Seudónimo: Liby
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CANTÓN
ALVARADO
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