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Certamen

"Tradiciones Costarricenses"

2014

 

Zona Liberia

Vivencias Liberianas: Ayer y hoy en los barrios

Los Ángeles, Los Cerros, La Victoria y Condega

 

CATEGORÍA

POR LAS CALLES DE LIBERIA

TERCER LUGAR

"El viaje al río"

Seudónimo: Ámbar

Autor: Sr. Luis Enrique Fonseca Murillo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El viaje al río

 

 

 

En el año 1967, una de las diversiones más populares era ir al río, no había nada que se comparara con esa experiencia, los ríos eran muy limpios y hasta se podía pescar en ellos, no existía la contaminación, tomar agua en el río, era otro de los placeres que podías tener, pero no todo era alegría, porque no nos dejaban ir al río, si nuestros padres se enteraban, casi siempre había un castigo, no usábamos pantalonera de baño, para no delatarnos, nos bañábamos en calzoncillo, pero siempre nos castigaban, porque al ponernos el pantalón, el calzoncillo lo mojaba, y eso nos delataba, optamos por bañarnos desnudos, y así evitamos ser descubiertos, los lugares favoritos eran, la poza del Mango, la del Bejuco, y detrás de la casa de los Arata había un profundo agujero, que había hecho el agua, medía como 4 metros de profundidad y los valientes, que lograban llegar hasta el fondo, podían sacar pedazos de vidrio, que el agua con su movimiento de remolino, pulía perfectamente, y parecían piedras preciosas, la arena del agujero era la más limpia y blanca, que podías encontrar, casi siempre alguien nos veía en la poza, y pasaban a la tienda diciendo, Paco allá estaba el guita tuyo guindado en un bejuco, y a pesar de no mojar el pantalón, siempre había castigo.  Por esa razón nos alejábamos un poco de la ciudad, fue cuando descubrimos la saca de agua, alejado y muy lindo.  Pero un día alguien descubrió el paraíso, una catarata que había en el río El Salto, era un lugar privado, al cual no podíamos ingresar, por los caminos tradicionales, no era permitido, recuerdo que uno de los dueños de las fincas, que teníamos que atravesar, era Filo Acevedo, con su caballo recorría la finca, habían unos pastizales altos de jarabua, que nos servía para ocultarnos, casi siempre íbamos los que teníamos bicicleta (en ese tiempo era un privilegio), la poza se llama San Diego, tiene una cascada lindísima, es el lugar más maravillo que podés imaginar, la finca la compró Mario Sotela y hoy es África Mía.

 

 

 

La cascada es como de 5 o 6 metros, hay una cueva, exactamente detrás de donde cae la cascada, un lugar impresionante, es tenebrosa, para llegar a ella, hay que soportar el golpe del agua de la cascada, las voces en la cueva se oyen diferente, el ruido del agua es ensordecedor, y se forman cientos de pequeños arco iris, por las miles de gotitas que desprende el agua de la cascada.  Por las noches después de ir al río, (como casi no había nada que hacer) íbamos al parque a comentar, las experiencias vividas, ese día.

 

 

 

Los que no conocían el lugar querían ir, y el grupo de cinco, o de ocho personas, empezó a crecer, y cada vez, era más difícil burlar la vigilancia de los dueños de las fincas, que no les agradaba que pasáramos por ahí, en una ocasión íbamos casi ochenta personas.  Comentábamos que el grupo tenía que reducirse, y alguien sugirió, hacer una especie de examen de admisión, como el que hace la Universidad de Costa Rica, o algo así, pero no tuvo acogida, éramos todos tan brutos, que nadie lo pasaría, nosotros, hacíamos un examen de sangre, o un examen de conciencia, y lo perdíamos; un iluminado dijo, que el que tuviera el pene erecto menor a un jeme, no debería estar en el grupo !!!!!!!!!!!!!!!!!! como puede alguien sugerir semejante cosa, eso prácticamente me ponía a mí, fuera del grupo, traté por todos los medios de cambiar el asunto, pero ya estaba decidido, al día siguiente, se tomaría la medida en el río, ese día nos despedimos temprano porque teníamos que madrugar.  En esa época yo era monaguillo y la mano izquierda del padre Machado y del padre Eladio Rojas, no podía a exponerme a semejante prueba, me fui a mi casa, un poco triste porque sabía que ese sería mi último día en el grupo, cuando llegué a la casa fui directo al baño, pensando que tal vez "algo había cambiado en mi", pero no, todo estaba igual, estaba definitivamente fuera del grupo.

 

 

 

Esa noche casi no pude dormir, pensé, como buen cobarde, en no acudir a la cita, pero me perdería mi último día con mis amigos, me levanté muy temprano y me fui para el parque (lugar de la salida), habían como 50 bicicletas parqueadas, listos para salir.

 

 

 

Al fin llegamos al río, se respiraba una tensión en el ambiente, los que hicieron la propuesta y la apoyaron, esos no, ellos estaban seguros de pasar la prueba, yo estaba temblando como un conejo, sólo un milagro podría salvarme, todos sabíamos que íbamos a ser medidos, y empezó la ceremonia, pero resulta que el "iluminado", el que hizo la propuesta, se le olvidó, llevar centímetro, y creí que eso, era un motivo suficientemente fuerte, como para suspender el acto (como dicen los abogados), pero dijeron que un jeme, era un jeme en cualquier parte del mundo.  No sé si ustedes se han fijado, casi en todos los ríos, hay unos palitos secos, de madera, muy lisos, como lijados perfectamente por la naturaleza, seguramente el río los arrastra y los lija muy bien, "el iluminado", se agachó, cogió un palito muy liso de estos, se lo puso en la mano, y exactamente en la medida de un jeme lo quebró, y limó las puntas con una piedra, no sé por qué, yo veía aquella medida enorme, como cuando vas a tirar un penal, que el marco se ve muy largo, aquella medida jamás podría yo alcanzar, la suerte que tenía era que otros, estaban igual que yo, y otros peor, pero la paz que irradiaban los que superaban aquella marca era envidiable, como buen cobarde, me ubiqué casi al final de la fila, como esperando que ocurriera algo que suspendiera el acto, no sé, como que llegara una familia al río, con muchos niños, lo que obligaría a suspender la medida, pero no, no fue así.  La ceremonia se realizaría de la siguiente manera, "el iluminado" era el encargado de medir, decía el apellido, el nombre o el apodo y la palabra "pasa" o "fuera".  Muchos no pasaban lo que me reconfortaba, cuando me tocó el turno a mí, hice, lo que he hecho en toda mi vida, cuando he estado en inminente peligro, cerré los ojos y me encomendé a la virgencita de los Ángeles, fue entonces cuando escuché, PACO PASA, e inmediatamente volví a ver, para comprobar si había cambiado algo en mí, pero no, todo estaba igual, creí que había ocurrido un milagro, pero no, todo estaba igual, me subí rapidísimo la pantalonera, sabía que había ocurrido un error, pero me aproveché, y me dirigí a donde estaban los que pasaron.....ahhhhhhhh, de ese lado todo era diferente, las cosas se veían, no sé, mejor, era diferente, todo se veía como más "grande", y lo que más me agradaba de estar ahí, era la mirada de los que no habían podido pasar, una mirada como de envidia extraña.  Pronto nos olvidamos de lo que había pasado, y empezamos a disfrutar del río, claro yo estaba feliz, podía seguir compartiendo con mis amigos, hoy todos ellos son distinguidísimos profesionales.

 

 

 

Nadé hasta la cueva, era el lugar más íntimo, estando ahí, llegó "el iluminado", y me dijo, "mae, tuve que ayudarte, y con bastantes centímetros", desde ese día me convertí en su esclavo, recordé el refrán aquel de "di un secreto a tu amigo, y serás su esclavo", cada vez que íbamos a un baile a la entrada, él estaba siempre a la par mía, tenía que invitarlo, cuando iba a la Soda Nandayure, o la Dos Pinos de doña Eida Fonseca, tenía que fijarme bien porque si estaba él , tenía que pagar la cuenta, me alegré un poco cuando se divorció, porque ahora tenía que repararle la ropa sólo a él, y no a la mujer.

 

 

 

La verdad es que eso no me importaba mucho, la salvada que me había pegado no la pagaba yo con ningún dinero, todavía, hay amigos míos que me consideran un General, cuando en realidad soy menos que un soldado raso.