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Chica

 

Sra. Dalia Fuentes Aguilar.

Bristol, Matina.

 

 

Chica a

Nació en un rancho que su padre había construido en la playa, en un terrenito de tres hectáreas, pero luego lo vendió y apenas cumplió ella los cuarenta días, se fueron de ahí a vivir a la vieja casa que su abuela le regaló a su madre para que no anduviera rodando.

 

Antes de los dos años murió su padre y Chica y sus hermanos quedaron al amparo de su madre.  Muy pronto en su cuerpo comenzó a hacer efecto la falta de alimento y le dio raquitismo.

 

Su madre vendía cajetas, pasteles, empanadas y hacía rifas y sus hermanos trabajaban arrancando tiquisque y yuca con Lita o se levantaban a las tres de la mañana para ir a apañar naranjas con Beto, sin poder disfrutar la niñez, pero a pesar de los esfuerzos no era suficiente para alimentar siete bocas.

 

CHICA LUCHABA POR LA VIDA.

 

Con los cuidados de su madre, la niña superó el raquitismo pero le quedó una anemia crónica y aunque su cuerpo no se veía saludable, cada día iba venciendo el hambre y esperaba el otro a ver si talvez era diferente.

 

Su casa era de madera vieja y ennegrecida, el techo era de tejas de barro tan viejas como la madera, el piso era de suelo, y dormía en una cama destartalada que su abuela había dejado ahí.  Hasta que tenía brillo, por el continuo roce de los cuerpos por tantos años.

 

Habían días que el fogón no se encendía, porque hasta los fósforos hacían falta y su cobija era de dos enaguas recogidas que su mamá había soltado e hilvanado para protegerla del frío en la noche, aunque ella no podía cobijarse.

 

Su madre contaba que su tía María era la que había escogido su nombre el día que la bautizaron, en honor a su abuela que se llamaba Francisca, pero más bien parecía que era en honor a Francisco de Asís, que si había echo votos de pobreza, pero que se los había heredado a ella.

 

No sabía lo que era comer hasta quedar satisfecha.  Más de una noche soñó comiéndose un bistec jugoso y cuando despertó los jugos gástricos le desbarataban su estómago.

 

Chica jugaba en el pequeño patio rocoso o en la quebrada que estaba al otro lado de la cerca sacando olominas o arcilla para hacer figurillas.

 

Pronto tuvo edad para entrar a la escuela.  Su madre le había dicho que tenía que estudiar mucho, que era la única forma de salir adelante y dejar de vivir en ese estado tan lamentable para toda la vida.  Pero... Chica llegaba a la escuela y se dormía inclinada sobre el pupitre.  Su maestra la despertaba, pero ella volvía a dormirse., hasta que un día le preguntó

 

__Francisca... usted desayunó antes de venirse

 

__No maestra

 

__Por que

 

__Es que no había comida en mi casa.

 

Su maestra quedó en silencio un momento reflejando un gesto de dolor y luego fue al escritorio y escribió un papel que le dio a Chica y le dijo

 

__Vaya a mi casa y déle esto a Adela.

 

La niña salió sin saber a que iba y al llegar a la casa de la maestra entregó el papel a la empleada y esperó para ver que respuesta tenía que llevar de vuelta, pero Adela al leer el papel le dijo que pasara y se sentara y al momento le sirvioun delicioso pedazo de pan con queso y un jarrito de café que fue para Chica un manjar exquisito.

 

En las tardes de invierno regresaba a su casa con su bolsita plástica amarrada y puesta boca abajo para que los cuadernos no se le mojaran por el fuerte aguacero y... no crean... conseguir una bolsita plástica en ese entonces no era fácil porque todo lo vendían en bolsas de papel y solo cuando se compraba una camisa se conseguía una que pudiera servir de bulto y por tuerce no se podían comprar camisas muy a menudo.

 

Chica llegaba a su casa empapada y con hambre, pero con un poco de suerte había un jarrito de café caliente y un bollito de pan blanco.

 

Ahora__ decía su mamá— a orinar y acostarse porque no hay candelas.

 

La niña odiaba la oscuridad y cuando no habían candelas dormirse para ella era aterrador.  Las tinieblas de la noche eran para la chiquilla lo más tenebroso que podía existir.  El ruido de los grillos y las ranas después del aguacero no era para ella el mejor concierto, pues la atormentaban produciéndole insomnio y su corazón de niña deseaba refugiarse en el rayito de luz de una candela.  Su madre se acurrucaba envolviéndola con sus brazos pero ella la sentía tan desamparada y frágil que al igual que ella necesitaba el rayo de luz.

 

En la otra cama dormían sus hermanos.  Tenían que levantarse en la madrugada para ir a apañar naranjas y a medio día llegar a alistarse para ir a la escuela.  Tenían que trabajar tanto y lo que ganaban solo les alcanzaba para comprar dos manitas de pan, dos onzas de mantequilla, una onza de café y un cuarto de kilo de azúcar.

 

Cuando había un poquito más de dinero su madre compraba medio kilo de arroz y una sopa Maggie que preparaba en pura agua, solo para mojar el arroz.

 

Chica siempre andaba con hambre, por eso iba a la casona de los Benavides a traer suero en una vieja y arrugada ollita.

 

Muchas veces Ana la empleada la llamaba y le daba un poquito de arroz y frijoles y un vasito de leche que ella comía con todo respeto y lentamente aunque deseaba comérselo con rapidéz.

 

Uno de esos días Ana llamo a la dueña por esa razón.  Chica tenía mucha vergüenza pero era más el hambre y por eso continuó comiendo a pesar de la presencia de la señora de la casa.

 

La dueña llamó a los niños para que observaran

 

__Vean niños—dijo la señora—ustedes tienen una mesa y les enseñamos modales pero ninguno come como esta niña.

 

Chica llevaba el suero para su casa, para beberlo luego.

 

Así visitaba a veces la casa de los Badilla, los Ugalde, los Benavides, los Alvarez.

 

 

LOS ZAPATOS

 

Y aunque Chica tenía un alma sensible, la realidad no le permitía no le permitía ver más allá de aquella hambre atróz que andaba siempre con ella.  Por eso aunque el atardecer se vestía de tonos anaranjados, lilas, y dorados, su mirada para el ambiente que le rodeaba era en blanco y negro y no podía pararse a contemplar aquel maravilloso atardecer.  Iba de prisa, a la casa de una compañera de escuela, más que a jugar a ver si la mamá le daba un gallito.  Tenía permiso de su madre de ir porque su hermano también iba con ella.

 

Cuando por fin las sombras de la noche cubrían el paisaje, Chica fue llamada por la señora a comer.  Después se fue a jugar al patio que permanecía iluminado por dos bombillos.

 

Había en el patio amarrado un pastor alemán muy agresivo por lo cual el dueño cuando llegaban niños le ponía bozal y hasta que se iban se lo quitaba, pero esa noche el perro se había soltado y quitado el bozal.  Chica solo sintió al animal sobre ella.

 

Fueron los momentos más aterradores, pues cuando la tiró al suelo le mordió una de sus enflaquecidas piernas y su hundido estómago.  Todo fue en fracción de segundos, luego salió el dueño y le habló al animal que metió su rabo entre las patas y caminó agachado hasta los pies de su amo que corrió a amarrarlo de nuevo y sacó a la niña del patio, que por suerte aparte del terror las heridas no eran profundas.

 

El hombre, muy asustado más por el perro que por la chiquilla la fue a dejar a su casa, pasando por la pulpería a comprar unas "cosillas" para la mamá alcohol, mentiolate y gasas para las curaciones.

 

Todo el camino iba convenciendo a la niña para que no dijera a nadie que el perro la había mordido

 

__Chica, chiquita, no le cuente a nadie que mi perro la mordió, dígale a su mamá que no le diga a nadie, yo le prometo que le voy a comprar un par de zapatos para que vaya a la escuela.  Por favor no cuente nada.  Aquí yo le llevo a su mamá un poquito de cada cosa, pero algo es algo.  No se olvide, yo le voy a regalar un par de zapatos, pero no diga nada.

 

__No señor, yo no voy a decir nada a nadie y le voy a decir a mi mamá que no diga nada porque usted me va a comprar un par de zapatos para ir a la escuela.  La chiquilla más bien se sentía orgullosa de que por la mordida del perro ese día iba a haber comida en su casa.

 

Los meses habían pasado y las heridas de Chica habían sanado... y siempre pensaba en como serían los zapatos que algún día le llevarían.  Tal vez de charol negro como siempre había soñado o de cuero blancos, bueno, eso no importaba, que no fueran del uniforme, lo importante es que ya no iría descalza a la escuela.

 

Y bueno... aparecieron al fin los esperados zapatos.

 

Corrió a abrir la caja.  Pensó en todos los zapatos que había visto en las ventanas de las tiendas.  Al fin.

 

Los anhelados zapatos aparecieron al abrir la caja.  Eran unos zapatos estilo mocasín, pero con la punta recta, de color café y de hule.

 

Realmente no era como los que había soñado, pero eran zapatos, ya no tendría que ir descalza a la escuela.  Aunque la mordida del perro valía unos zapatos un poco mejores.

 

Chica tenía que caminar de la casa a la escuela casi un kilómetro y el sol calentaba que hasta el polvo relumbraba.  Poco a poco Chica sentía como el hule se iba calentando hasta que el ardor de su piel era tanto que deseaba quitárselos y tirarlos por allá.

 

Pero eso equivalía a tener que ir otra vez descalza a la escuela.

 

Al llegar a su casa sus pies estaban rojos, tan rojos que la chiquilla corría a la quebrada y sentada en una piedra, metía sus pies al agua que corría fresca entre las piedras.  Era delicioso.  No importaba tener que quemarse los pies para ir a la escuela, si al llegar la esperaba aquella agua deliciosa que le aliviaba el ardor.

 

 

EL VESTIDO LILA

 

Una niña como Chica tenía muchos sueños.  Claro, más sueños que una niña que lo tiene todo.  Porque para ella toda su vida era un sueño, para poder soportar aquella dura y cruel realidad que le había tocado vivir.

 

Soñaba con poder comer todos los días, con un jugoso bistec, que un día le serviría  su mamá, de aquellos que comían en las casas que visitaba y que no sabía a que podrían saber, con unos zapatos de charol, con vestidos bonitos como los que vio en la película de la bella durmiente allá en la casa donde la mordió el perro, con una casa que tuviera piso y que no hubieran endijas y que la madera no estuviera vieja ni ennegrecida para que no se le aparecieran aquellas horribles y repugnantes arañas, soñaba con una cama blanda y una cobija caliente para aquellas noches de frío torturante y... soñaba... soñaba... soñaba.  Toda su vida era un sueño, pero como la del príncipe Segismundo de aquel libro de Calderón de la Barca, que estaba leyendo su hermano en el colegio y que ella leía cuando el no estaba.

 

Aquel día se fue para la escuela y al llegar, la llamó la directora.

 

__Francisca, venga acá.

 

__Chica corrió a ver que quería

 

__Aquí le tengo un vestido muy lindo, vaya mídaselo al baño a ver si le queda.

 

Era un vestido de naylon, recogido, muy recogido, con mangas bombachas y con forro de tafetán y como juego un calzón bombacho de la misma tela.

 

A la niña le pareció el vestido más lindo que había y tenía que esperar una ocasión especial para estrenarlo.

 

La ocasión llegó.  La escuela iba a celebrar el día del niño.

 

Chica se ataviocon el vestido lila, los calzoncitos bombachos, los zapatos de hule cafés y unas medias con el elástico estirado que eran las únicas que tenía, pero que no significaban ningún problema, pues se las pondría con unas ligas, pues las medias se usaban abajo de la rodilla.

 

Aunque en su casa no había espejo, la niña estaba totalmente segura que estaba preciosa y que nadie se vería en la fiesta como ella.

 

Todos los niños corrían de aquí para allá, pero Chica estaba segura que tenía que seguir el protocolo y comportarse como la princesa que era en ese momento.  Por eso se sentaba quietecita y caminaba despacio y con la frente en alto, moviendo cadenciosamente la volada enagua de naylon que sonaba al movimiento de la coqueta chiquilla.

 

Su alegría fue inmensa cuando vio llegar al fotógrafo.  Ahora si su felicidad era completa.  Así tendría un recuerdo de su gran belleza y elegancia en ese día.

 

Corrió a decirle a Lucas que le tomara una foto, pero este le dijo que iba a tomarlas en el parque que estaba al frente de la escuela.

 

Ella decidió irse adelante para que nadie se le adelantara y para buscar un lugar donde la foto saliera mejor.

 

Cuando el fotógrafo llegó ella ya había buscado el lugar y estaba lista, al frente de una frondosa planta.

 

Llegó muy agitada a su casa y le contó a su madre que se había tomado una foto con el vestido nuevo.

 

__Y con que plata la voy a sacar si no tenemos ni para comer.

 

__Ah mami, va a ver que la podemos sacar.

 

A los quince días, la niña fue a ver la vitrina donde exponían las fotos.  Sentía una gran emoción y fue poco a poco viendo las fotos con ansiedad, hasta que por fin la encontró.

 

Pero...aquello no era posible, ella estaba segura que era la niña más elegante y linda de la fiesta, pero ¡que mal fotógrafo! ahí lo que veía era una niña con el pelo revuelto, las mangas bombachas casi al codo, el vestido colgado ala rodilla, las medias, una liga se había en rollado junto con la media y entonces una estaba cerca de la rodilla y la otra cerca del tobillo, además la niña que estaba ahí era flaca, ojerosa coquetería para la foto, y ahí lo que se veía era una mueca donde enseñaba la falta de sus dientes de enfrente.

 

Aunque en su casa no había espejo ella estaba segura de que era la niña más linda y elegante de la fiesta.

 

¡Que fotógrafo más malo!

 

 

EL DESMAYO

 

Era un día de esos que el fogón no se encendía.

 

Chica y sus hermanos miraban a su mamá esperando a ver que resolvería.  El día anterior no habían comido nada y el anterior, demasiado poco.

 

Su madre los miró.  Aquella mirada, aunque disimulaba estaba cargada de desesperación, y luego dijo

 

__Diay chiquillos, no nos queda más que ir donde su tío Jesús, para ver si comen algo.

 

Ir donde el tío era recurrir al último recurso, pues vivía a varios kilómetros, por la carretera y el sol de aquella mañana irradiaba esplendoroso, calentando la tierra y todo lo que se moviera en ella.

 

Por supuesto, tenían que ir a pie, y entre más pronto se fueran sería mejor.

 

Sus hermanos caminaban un poco adelante.  El paso de su madre era lento y caminaba en silencio, ahorrando las últimas energías El sol como todos los días de verano calentaba como una hoguera ardiente.

 

Su madre le soltó la mano y avanzó un poco, para caer adelante.

 

No había ni un poquito de agua para darle.  Su hermano se sentó en el pavimento para poner la cabeza de su mamá en sus regazos.

 

Sus otros hermanos se devolvieron y al poco rato su madre reaccionó y como pudo se levantó y continuó caminando.

 

Gruesas lágrimas rodaban por las mejillas de la pobre mujer.  Lágrimas de madre que Chica todavía no comprendía, porque iban más allá del hambre y la miseria.  Chica levantó su cabeza para mirar a su madre y exclamó

 

__Mami no llore, ya va a llegar donde mi tío.

 

Si, ya les faltaba poco para llegar donde el tío.  Ahí comerían un poco de arroz y frijoles, pero... y después, a seguir en lo mismo día tras día, sin que nada cambiara, buscando siempre alguna casa donde conseguir algo para llevarse a la boca.

 

Pasaron en la casa del tío todo el día.  Sus hermanos fueron con sus primos a La Porfía a traer la leche.  Su madre les había dicho que se iban hasta la tarde, cuando bajara el sol.

 

Chica se fue con sus primas Marta, Rosa y Maritza a ver las cabras.

 

Que lindas eran.

 

Las cabritas corrían de aquí para allá, pegando saltitos.

 

__La mía se llama Tomaní—dijo Marta.

 

__Y la mía Blanquita—dijo Rosa—

 

__La mía es la grande -dijo Maritza -pero todavía no le he puesto nombre—dijo Maritza—

 

Y Chica disfrutaba observando las cabritas saltar y correr entre la hierba.

 

Cuando ya los rayos del sol no lanzaban su inclemencia sobre la humanidad de ellos.  La madre de Chica decidió hacer el viaje de regreso y se despidieron de su tío Jesús y de Trina su esposa.

 

El camino de regreso fue menos pesado pues ya habían comido algo y el sol ya no calentaba en aquella hora de la tarde.

 

 

CUANDO SE CAYÓ LA CASA

 

Que día más maravilloso.  Chica estaba feliz.  Su mamá había cocinado arroz y frijoles y hasta habían espaguetis con tomate.

 

Ella esperaba con ansiedad que llegara la hora del almuerzo.

 

El olor que despedían los frijoles recién cocinados le hacía la boca agua y los espaguetis olían a manjar de los dioses.

 

Su hermano Manuel y ella esperaban sentados en la desvencijada mesita en unos bancos en igual estado, que había hecho don Julio el carpintero.

 

Doña Claudia, su madre, estaba sirviéndoles cuando se dejó escuchar un crac crac crac en las viejas vigas de la casa.

 

__Que raro -dijo la señora—desde ayer esta casa está traqueando muy seguido.

 

Continuó sirviendo y de nuevo crac crac crac.  Las vigas volvieron a sonar.

 

Doña Claudia sacó la mesa y llamó a los niños.

 

__Vengan a comer aquí—y puso la mesa en el patio—y luego se sirvioella para ir a acompañarlos, pero... apenas venía con el plato en la mano cuando la casa sonó a sus espaldas y solo se oyó el estruendo a sus espaldas.

 

La casa se había caído y solo las piezas más recientes del cuarto donde dormían, había quedado en pie.

 

El hermano mayor, Ernesto, llegó a almorzar y los encontró comiendo afuera y la casa en el suelo.

 

El trabajaba en una piladora de arroz y salía a almorzar a las once.

 

A como pudo entró y sacó sus pocas pertenencias.  Tenía una cara de desolación.  Lo que el ganaba apenas le alcanzaba para ayudarle a su mamá y ayudarse el con las cosas del colegio, pues estudiaba de noche y ahora tenía que ver como levantaba la casa lo más pronto posible.

 

Volteó a ver a sus hermanitos.  La cara de Chica estaba llena de interrogantes, pero no quería hacer ninguna pregunta para no preocupar a su hermano.

 

El problema se solucionó pronto.

 

Su hermano consiguió madera con su patrón que había cambiado unas paredes de la arrocera y se la vendió a pagos, rebajándole del pago todas las semanas.

 

Las tejas se quebraron en su mayoría pero su patrón también le consiguió zinc viejo y don Julio se encargó de la construcción.

 

 

EL DIOS DE LOS POBRES

 

Aquella navidad como todas las demás, Chica se despertó como muchos otros niños.

 

El fogón no se había encendido esa mañana y no tenían ni para hacer un poquito de café.

 

Chica se fue a bañar a la quebrada.

 

Iría a caminar un poco para ver lo que le había traído el niño dios a los otros niños, a los de la casa grande, donde los Benavides.

 

Después de caminar como trescientos metros, vio venir a las niñas con sus trajes nuevos, sus zapatos nuevos y sus juguetes.  Eran unas muñecas preciosas, con su pelo largo y sus ojos azules y grandes pestañas y su boca roja.  Apenas se acercaron quiso arrimarse y tocarlas pero una de las niñas le dijo que no se acercara ni las tocara porque si las ensuciaba su mamá se enojaría.

 

Chica se apartó y ellas siguieron hacia el parque.  Ahí se reunían los niños para enseñarles a otros lo que les había traído el niño.

 

La niña caminó de regreso a su casa, mientras iba pensando

 

... Dios no quiere a los niños pobres, porque a ellos no les trae nada, ni ropa, ni zapatos, ni comida... pero... a los niños ricos les da de todo.

 

 

EN EL TEMPLO

 

Ese mismo día en la tarde, después de misa, Chica entró a la iglesia.  Esperó a que no hubiera nadie, pues quería tener una conversación muy en serio con Jesús.

 

Caminó hasta donde estaba la imagen de Jesús Nazareno con la cruz a cuestas con su largo vestido color púrpura y la corona de espinas enterradas en su frente.  Él que conocía el dolor le tendría una respuesta a sus interrogantes.  Se paró frente a él, le miró fijamente a los ojos y con una gran decisión iba a lanzarle unas cuantas preguntas, cuando vio sus pies las heridas de los clavos y con un impulso levantó el vestido y se dio cuenta que aquella imagen estaba compuesta solo por manos, pies y cabeza, porque todo era una armazón de madera.

 

Pero... Que era aquello.  Ni siquiera era una imagen completa.  La impresión fue tal que se fue a sentar a una banca sin hacerle las preguntas y miró hacia arriba, al puro centro de la iglesia había otra imagen que representaba al Padre con su Hijo en brazos, crucificado, y con lágrimas en los ojos dijo

 

__Yo se que tu no eres Dios.  Eres una imagen de yeso... pero... quiero saber donde está él, que me diga porque no quiere a los chiquitos pobres, nosotros también lo necesitamos, porque nuestra casa se cayó, y no hay comida ni juguetes... porque.

 

Porque mi mamá llora todas las noches, cuando hace frío y no hay cobijas.

 

Las lágrimas corrían por el rostro de la niña, que deseaba escuchar una voz que le diera una explicación a tantas preguntas y después de mucho rato de esperar respuesta, salió del templo y se fue a su casa.

 

 

AMPARITO

 

En medio de aquella miseria que rodeaba a aquella niña, en lo profundo de su ser conservaba una gran sensibilidad, que aunque estaba cubierta por una dura capa que la vida había ido formando a veces afloraba un poquito en las redacciones que la maestra les pedía de tarea.

 

Y algo le había ayudado una vecina que vivía como trescientos metros calle arriba.

 

Todas las noches Amparito llegaba a deleitarlos y ponerle los pelos de punta con sus cuentos de luces y aparecidos y almas en pena y de ruidos extraños y que aseguraba le habían sucedido a ella o por lo menos había estado en el lugar que sucedieron.

 

Chica y sus hermanos subían sus pies a la banca por miedo a que algo les tocaran los pies por debajo.

 

Habían momentos que el miedo les hacía escuchar la respiración y el corazón se aceleraba al punto de un infarto.

 

Después de tres o cuatro historias aterradoras, Amparito decía

 

__Doña Claudia, ya es muy tarde, mejor me voy y vengo mañana.

 

Porque no me presta los güilas para que me vayan a dejar.

 

Los chiquillos deseaban que su madre dijera que no, pero era tal el ruego de Amparito que tenían que ir enfrentando el miedo.

 

Los momentos que quedaban solas Chica y su madre eran eternos.

 

Pero... al poco rato se escuchaba el tropel, las risas y las voces de sus hermanos que corrían calle abajo haciendo todo el ruido posible para quitarse el miedo.

 

Y... su madre decía las palabras de siempre

 

Bueno, chiquillos, a orinar y acostarse.

 

 

A DOÑA MARÍA CECILIA VALVERDE DE SÁNCHEZ

 

A Chica le gustaba ir a la escuela.  Primero, porque habían días que daban sopa y doña Lile la cocinera le daba siempre un poquito extra y un güesito de más.

 

Y la clase, la niña la hacia especial.  Siempre tenía una poesía que enseñarles, un cuento, pero había una especial que Chica quería aprenderse, pero era muy larga.  Comenzaba así

 

"Margarita, está linda la mar

y el viento lleva esencia

sutil de azahar,

yo siento en mi alma una alondra

cantar tu acento,

Margarita, te voy a contar

Un cuento"

 

Aquella poesía de Darío la transportaba a aquel jardín de estrellas donde la princesa fue a cortar una para ella.

 

Oh, el genio del poeta, aquella niña hambrienta se sentía una princesa.

 

"Las princesas primorosas

se parecen mucho a ti,

cortan lirios, cortan flores, cortan astros,

son así.

 

Clases maravillosas, convertidas en poesía, canción y cuento.  Era capaz de convertir una sala de clase, en un palacio de diamantes, o llevar su imaginación donde las flores eran estrellas o las estrellas eran flores.  Con mágica ternura le hizo posible ver el rostro de Jesús sonriente y amoroso.

 

"Cuando entonces aparece,

sonriendo el buen Jesús

Y dice...

en mis jardines esa rosa le ofrecí,

son mis flores de las niñas

que al soñar piensan en mí.

 

... y convirtió aquel mundo miserable de Chica, en fantasía, sueño, ilusión, y canción, donde la niña era una princesa primorosa, que podía caminar por las olas y sobre el viento hasta llegar a los jardines preciosos del cielo.  Su imaginación volaba por mundos indescriptibles llenos de gracia y ternura, de flores y aves y de aguas cristalinas y mariposas multicolores, de árboles y selvas.

 

Doña Cecilia la enseñó a amar la lectura, ella les decía que en los libros habían mundos mágicos que debían ser descubiertos y cuando los enseñaba a leer, les decía que no era solo para que aprendieran, sino para que se llenaran de conocimientos importantes que solo en los libros iban a encontrar, por eso iba a la biblioteca en recreo, deseosa de tener muchos conocimientos y descubrir un mundo diferente.

 

La forma tan humana en que les presentó el descubrimiento y la conquista de América y lo que sufrieron los indígenas, de cómo sufrieron los africanos cuando fueron desarraigados de sus tierras para ser llevados a países lejanos y desconocidos, con costumbres diferentes para ser tratados como esclavos, de las luchas de Simón Bolívar por la libertad de su tierra y de Pablo Presbere enfrentando al español en Talamanca, solo con la ayuda de la tierra inhóspita.

 

También les presentó a los héroes del cincuenta y seis, Don Juanito Mora, al general Cañas y a Juan Santamaría en sus más grandes cualidades humanas y su gran amor y entrega a la patria, y a la madre de Juan, doña Manuela en todo su dolor de madre y las dificultades que tuvo que pasar al quedarse sin su hijo, la enseñó a amar a su patria.

 

Aquella maestra supo dar sus clases grabadas, las grabó en el corazón de los niños para que no las olvidaran nunca.

 

Nadie como ella supo convertir sus clases en un río de fantasía y sueños donde Chica se consumía.

 

Y... aunque muchas veces no había comido, su maestra recitaba

 

"Érase una pobre viejecita

que no tenía que comer

sinó dulces, chocolate,

carne fresca, pan y pez.

 

y a no ser por sus zapatos,

chanclas, botas y escarpín,

descalcita por el suelo

anduviera la infeliz.

 

Aquella poesía la hacía reír, ante la pobreza de la viejecita.

 

Si así fueran las de ella.

 

Además su maestra promovía concursos de dibujo, poesía, redacción, escultura a nivel escolar y Chica ganó muchos libros en esos concursos, entre ellos Corazón de Edmundo de Amicis, Miguel Strogoff de Julio Verne, la Cabaña del Tío Tom, que la hizo llorar.

 

Chica regresaba a su casa de la escuela con sus cuadernos entre la bolsita plástica y sus zapatos de hule, con el corazón lleno de esperanza, viendo un mundo diferente más allá de aquella cruel realidad.

 

 

NUEVO MAESTRO

 

Aquel año, como Chica iba para cuarto grado, le daba un nuevo maestro pues su maestra iba a trabajar con primer grado.  Fue un duro golpe, pero Chica se adaptaba pronto a todo y guardo su dolor y a su maestra en lo más profundo de su corazón.

 

El año transcurrió y pronto llegó la fiesta de la alegría.

 

Ese día comerían arroz con pollo, manzanas, helados y confites y además les darían el regalo de todos los años.

 

El corazón de la niña latía fuertemente esa tarde.

 

El aula estaba adornada con globos y cintas de colores.  Las mesitas estaban adornadas con pliegos de papel periódico.

 

Una madre de familia le ayudaba a repartir la comida mientras el maestro repartía los regalos.  Iba llamando y cada niño se acercaba y habría su bolsa para sacar su regalo.

 

Primero repartió a los más grandes.  A las niñas les dio una cartera con una cadenita para colgarla del hombro, era de color dorado con flores brillantes, también tenían un muñeco y un juego de belleza con cepillo, espejo, aretes y pulsera.

 

Que regalo.

 

Chica escuchó su nombre y volvió por su bolsa.

 

Comenzó a sacar con gran emoción.  Solo había un globo desinflado, un pito y una carterilla común y corriente.

 

Chica cerró la bolsa con todo adentro sin sacar nada de ella, cruzó el aula y con enojo le dijo al maestro

 

__Tome, yo no quiero nada, usted nos dio a los más pequeños menos que a los grandes.  Usted tenía que darle igual a todos.

 

__Pero... Francisca... que chiquita más malcriada es usted.  Vea tiene pito, cartera, bombas...

 

__Si pero tenía que darnos igual a todos, no lo quiero.

 

__Vaya a comer.

 

__No quiero comer, no voy a comer nada.  Y diciendo eso se fue a sentar muy enojada a esperar que repartiera las notas para irse a su casa.  Lo sentía por su mamá que no le podría llevar nada, pero aquello no era justo.

 

Cuando el maestro repartió la nota que decía que había ganado el año y que iba para quinto, salió del aula, amenazando al maestro con ir a decirle a la directora lo que él había hecho.

 

Este salió tras ella y le dijo que se sentara, que ya regresaba.

 

Al poco rato regresó y traía un muñeco en su mano.

 

La negociación había terminado y para suerte de Chica no había salido tan mal.

 

Regresó a su casa muy satisfecha porque había defendido sus derechos.  Recordó una estrofa del himno que decía

 

Solo es hombre el que tiene derechos...

 

Su maestra del año anterior se lo había enseñado y ella lo había aprendido muy bien.

 

 

LA QUE NACIÓ VIEJA

 

Chica subía y bajaba la calle de su barrio para hacerle los mandados a una vecina.

 

Los muchachos del barrio se pasaban en media calle jugando bolinchas o trompo.

 

Siempre estaba entre ellos Papi, un joven que se pasaba el tiempo sin hacer nada, ni trabajaba ni estudiaba, aunque según había oído decir a su mamá que era mayor de edad y eso debía de ser algo muy delicado.

 

Cuando ella pasó, el muchacho soltó la risa y les dijo a sus amigos

 

__ ja jajaa, que güila más fea esa.  Parece que nació vieja.

 

Lo dijo gritado.  Aquello quedó grabado en los oídos de la niña y no podía explicarse porque le decían que había nacido vieja.

 

Sería porque cuando ella nació su papá tenía más de sesenta años.

 

Algo le dolía en sus adentros cuando lo escuchaba, pero nunca se lo dijo a nadie.

 

En otra ocasión iba para la escuela con otra niña y un par de tipos dijeron

 

__Que chiquita más linda esa, pero que fea la otra, parece que nació vieja.

 

Ya no solo era Papi, sino otras personas que decían lo mismo.  Aquello la hacía sentirse peor... pero... ella a pesar de todo no se sentía fea.  Días después una tarde venía de la escuela y al frente de su casa estaba su tío hablando con el vecino, que apenas la vio dijo otra vez burlón

 

__Chica, la que nació vieja.  Y su tío soltó una risa que le dolió más de lo que le dolía lo que decía el joven.

 

Chica se preguntaba si en realidad era tan fea que todos cuando ella pasaba decían lo mismo.  Pero no... nadie la iba a hacer creer aquella mentira, eran unos charlatanes que lo que querían era hacerla sentir mal.

 

 

LA QUEBRADA

 

Bajando, después de la casa, estaba la quebrada, fresca, bulliciosa, alegre.  Ella contagiaba a Chica que pasaba horas sentadas en las raíces del árbol de Guanacaste.  Chica se sienta ahí cuando quiere estar sola.  Ahí por las tardes deja caer sus lágrimas en las aguas de la quebrada y lanza sus lamentos para que la brisa se los lleve.  Tal vez una ráfaga de aire se los lleve y los eleve para que lleguen donde Dios.

 

__Yo se que existes, no tengo que verte para saberlo, porque quien puede haber puesto tanta belleza y ternura en las flores, las aves, las mariposas, quien puso esa frescura en el agua de la quebrada... pero... donde estás... Porque no puedo verte, para preguntarte porque los ricos tienen tanta abundancia de todo y por que los pobres no tienen ni para comer, porque si tengo tanta hambre solo me puedo comer un bollito de pan blanco y un jarrito de café.

 

Quiero saber porque tanta pobreza.  Porque mi madre tiene que llorar tanto.  No lo entiendes.  Te necesito aquí cerca, al lado mío y no allá tan lejano, tan inalcanzable, necesito que me escuches.

 

Después de desahogarse, pasaba el resto de la tarde sacando arcilla para hacer figurillas.  En eso pasaba la mayor parte del tiempo al no tener juguetes.  Hacía muñecos, vacas, cerdos, gallinitas, alcancías.

 

Conforme fue creciendo hacía figuras más difíciles, hasta que un día se le ocurrió tomar el nacimiento de diez centímetros que tenía su mamá para hacerlo más grande.

 

Cuando vio que pudo hacerlo se dedicó a hacer varios y las personas del pueblo llegaban a comprarlos y decían que era una niña prodigio.

 

Los encargos comenzaron.  La situación de Chica cambió.  Además ya sus hermanos trabajaban y ganaban mejor.  Trabajaban de noche y estudiaban de día, siguiendo el sabio consejo de su madre.

 

__Tienen que estudiar chiquillos, si no lo hacen tendrán que vivir siempre en la pobreza.

 

Ustedes no hubieran pasado necesidades si yo hubiera estudiado., pero solo fui a segundo grado de la escuela y después mi padre dijo:

 

__Ahí está la batea esperándola.  Ya sabe bastante.  Que enseñe ahora ella a sus hermanos.  Y... saben... fue como una maldición.  He pasado toda mi vida frente a la batea.  Pero ustedes no.  Ustedes tiene que estudiar mucho.  Así todo va a cambiar.

 

Y... Chica iba cambiando.  Con sus nacimientos se compró unos zapatos de charol y un vestido.

 

Sus hermanos le llevaban telas para que su hermana Mercedes, que era la mayor y había estudiado costura, le hiciera vestidos.

 

Rafa su hermano le compraba zapatos y Gerardo le prestaba libros para que leyera.

 

Antes de entrar al colegio había leído libros que él usaba en la universidad en Generales.  Filosofía, psicología, literatura hispanoamericana, entre ellos autores como Jorge Icaza, Miguel Ángel Asturias, Alejo Charpentier.

 

Su cuerpo era frágil, pero su espíritu era fuerte, indomable.

 

Una tarde llegó el sacerdote a buscarla.

 

Es que me contaron que haces trabajos en arcilla y yo quiero que me hagas esta imagen -dijo mostrándole una estampita con una virgen— pero la quiero grande, como de un metro.

 

__AH,__ dijo Chica—pero para ese tamaño yo no tengo arcilla

 

__No te preocupes— dijo con acento español, el sacerdote —a mi me la regalan en La Cerámica.

 

__A bueno— dijo la niña —entonces sí, yo se la hago.

 

Cuando la arcilla llegó, pasó días enteros con sus frágiles manos golpeando el bulto, hasta sentir dolor en ellas, luego pasaba noches enteras quitando aquí y poniendo allá hasta que le dio la forma que quiso, no como estaba en la estampita que le había dado el sacerdote.  Era una madre amamantando a su hijo, con su mirada en un punto fijo, como si pensara en el futuro del niño.

 

Aquella figura nadie lo sabía pero era un homenaje a su madre, pues muchas veces la vio con su mirada fija por largo rato como queriendo saber que sería de ellos.

 

Los meses pasaron y la figura se secó.  Ya podía ser trasladada.  Y... el sacerdote llegó a llevársela.

 

__Son mil colones —dijo Chica—

 

__Que me vas a cobrar a mí.

 

Solo el trabajo, la arcilla es suya.  Además, le estoy cobrando barato.

 

__Si pero yo no te voy a pagar nada.  Ahí en la iglesia va a ser admirada.  Deberías de agradecer que más bien te estoy ayudando.

 

__Si, pero págueme el trabajo.

 

__Yo no te pago nada —dijo el sacerdote furioso—

¡ Déjatela!.  Y subió a su carro y nunca más se acercó por ahí.

 

Y el monumento a su madre quedó ahí en su casa, de donde no debía salir, no importaba que no fuera admirado.

 

No pasó mucho tiempo en que Chica se diera cuenta que Dios le había escuchado su oración.  Ya no lo sentía lejano.  Estaba ahí cerca de ella, levantándola de la miseria y el dolor, después de comprarse ropa y zapatos, se compró un gran espejo y se contempló en el, todos habían mentido, hasta el fotógrafo.

 

La niña que ya casi era una joven que se reflejaba en el espejo era linda.

 

Aquellas personas que le habían dicho fea no sabían mirar más allá de la ropa y de la apariencia física.