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Dedicatoria
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A todos los
trabajadores bananeros que por diferentes motivos convivimos en el sur del
país, logramos construir un pueblo de emigrantes y juntos hicimos de esas
montañas un pueblo productor de gente decente y decidida cuyas fuerzas se
traslado a nuestros hijos logrando rescatar que han salido muchos
profesionales que han enriquecido Costa Rica.
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Introducción
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Al
escribir este relato con mis escasos conocimientos de la narrativa
costumbrista de una vida en el sur del país, me remonte a los años de 1935,
con la llegada de mi padre al sur del país, la necesidad de ganar mas dinero y empezar una vida, conllevo a que miles de
costarricenses se embarcaran a buscar nuevos horizontes en las lejanas
llanuras del país, el incremento de los salarios conllevo en forma masiva la
llegada de todo tipo de mano de obra.
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Muchos
hombres murieron debido a la forma como se manejo el uso plaguicidas,
insecticidas, fungicidas y otros químicos que se usaron en ese entonces.
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Recuerdo
que la aplicación era desmedidas sin control, ni advertencia, se llego
incluso al envenenamiento de las fuentes de aguas, que eran pozos, ubicado a
la par de los tanques donde se realizaba la mezcla de los productos usados
para combatir la sigatoka, la bodega de almacenamiento se ubicaba a
menos de 50 metros del agua potable.
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Anécdota de
una vivencia en el sur del país
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Por
los años de 1935 llegue a la zona sur embarcándome en una lancha conocida con
el mote del "poncho", tres horas después, con el estomago vacio y mareado del
fuerte oleaje, observando los delfines acompañando la lancha a través de las
escotillas, llegamos al "pozo", conocido en el mapa como puerto cortez, pueblo de referencia y estadía para cualquier
viajero que emigraba a la famosa zona bananera del sur, que estaba abriendo
nuevas fincas bananeras y contratando peones de todo tipo de nacionalidades.
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En el
"pozo", se caracterizaba por existir cantinas alegradas con rockolas, que sonaban músicas rancheras, mujeres que te
tomaban de la mano, para hacerte ingresar al negocio llamados puteros, los
almacenes, cuyos dueños eran chinos que con su leguaje enredado y enfadado
discutían con los clientes los precios de los artículos. En el parque del pozo, mire a ver si habían
algunas caras conocidas de Alajuela, me alegraba cuando veía una persona
blanca, sabía que era de la meseta central, pensé que me podían prestar
ayuda, en este pueblo.
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Los
morenos con acento nicaragüense me miraba de reojo
algunos con su botella de chirrite, bebida común de
la zona, fabricada en alambique cerca del cauce del gran río Térraba, de
aguas caudalosas y peligrosas. Cuando
se hizo de noche pensando que solo contaba con veinte colones en la bolsa, me
busque una pensión baratita y en la mañana buscar el embarcadero para cruzar
el río e irme para palmar sur, donde se enganchaba trabajadores para trabajar
en el cultivo del banano, palmar sur era la finca central y se localizaba la
administración general de los bananales de la compañía bananera de Costa
Rica. Esa noche fue larga, el cuarto
tenía camarotes de madera únicamente, su costo era de tres colones la noche,
alrededor existían de estos existían fondas que te servían arroz y frijoles,
banano y un pedazo de salchichón y fresco, el costo según indicaba en la
entrada del negocio era de un colón; la bulla era tal que me costo dormir, rocholas, gritos,
el cauce del río, alaridos y gemidos, era difícil para un chiquillo de quince
años acostumbrado a trabajar y dormir a partir de las 6pm en su casa
adaptarse rápidamente al ambiente bananero existente; a las 5am estaba de pie
camino al bote para cruzar el río de dos kilómetros de ancho, emocionado por
las referencias de buenos sueldos me llevo a buscar la zona bananera. Era un joven de 1.80 de estatura, fuerte,
cabello café, me distinguían en el bote, que iba repleto de morenos, algunos
me miraba y me preguntaban de donde era, orgulloso respondía, de Alajuela en
forma seca y tajante, en el camino con un grupo de aproximadamente de veinte
personas, encontramos una rica y fresca banana, color amarillo y tapadas con
hojas, la destapamos y comimos hasta saciarnos del fuerte gusto que sentíamos
por esta fruta, después de quince minutos de saborear tan gustoso manjar que
nos sirvió de desayunos emprendimos la caminata, algunos comentaban decir que
en finca 18, estaban contratando peones, que el salario era bueno por
quincena, a veces llegaba a 200 colones, le daban cuartos para dormir en
barracones de dos pisos de madera, todas las chozas se construían así, para
evitar las inundaciones en los meses de septiembre, octubre y noviembre.
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Después
de tanto andar, por fin llegamos a las oficinas de trabajo, en un segundo
piso de un edificio de madera color amarillo, cuyas ventanas cerradas con
cedazo y un fuerte olor a papel húmedo, se acerco un viejo enano de gruesos
anteojos y de mala gána nos entrego
la solicitud de empleo, documento grueso y blanco, pero tenia
un problema me dije, no sabia leer, pero frente al
aeropuerto había una reunión de personas, me arrime a vinear,
en el centro estaba un tipo regordete de tez mestiza, cabello lacio, con
peineta en la parte de atrás de su cabeza, {cabello levantado{, ojos negros y
vivaces con movimiento de manos en forma pausada explicaba el proceso de
llenar la solicitud.
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Chucastro era una celebridad entre tanto analfabeto
reunido en tomo a el, cobraba 10 pesos por
solicitud, era amigo de los altos jefes de la Compañía, un accidente
ferroviario lo había incapacitado a trabajar como cusuco en las líneas del
ferrocarril, no se podía agachar, los pesos de los rieles y tablones lo
inhibió la cintura, era común en estos sitios ver alcohólicos, enfermos de
los pulmones, personas con brazos y piernas menos, sin empleo y esperanzas de
ganarse algo para su sustento.
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Según
comentaba no se enfrieben con el brete puede ser
dañino a la salud, cada trabajo era peligroso, el riego de insecticida,
abono, corta, chapa y apuntala había que tener cuidado se refería.
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Con
nerviosismo le pregunte, que si un muchacho de 15 años le daban trabajo,
moviéndose sobre sus hombros la cabeza me miro y dijo, cartaguito,
ven acá, eres joven y lleno de ilusión, valiente entre los hombres, no hay
ley que prohiba tu estadía acá, te voy hacer una
recomendación personalmente con Eduardo Rivera, voy ha
hablarle para que te enganche en algo suave y te aclimatas a la zona.
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El
calor era insoportable, pero se alivianaba con las constantes lluvias que
sucedían en el lugar.
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No me
cobro por llenar la solicitud, después me llevo donde Rivera, este era un
hombre blanco, medio renco y orejón, me pregunto de donde venís vos, de
Alajuela le dije, que sabe hacer, trabajar en hortalizas.
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Contento
me dijo que casualidad, siempre he deseado comer legumbres frescas, se que
usted va cumplir, va lograr cosecharme verduras en la yarda de mi casa.
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Mañana
tempranito, en la clínica búscate a Carlos negro que es el dispensarista y le entregas esta nota que yo te envió.
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Respire
fuerte, dijo Carlos negro, hombre de mediana estatura, piel morena y cuidada,
usando cremas y guantes dijo, tosa dándome una palmadita en la espalda es
todo, se apresuro afirmar los papeles, déselo al capataz de finca 18 esta contratado cartaguito
bienvenido al sur
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En
finca dieciocho.
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Se nos
envió en ferrocarril, que bulla decía un nica, el transporte no era de
primera pero se gozaba, el vaivén de los carros y sentados en el suelo con la
alforja como cabecera, viajamos en el carro 24, algunas letras y dibujos mal
diseñados de mujeres y hombres, así transcurrió el viaje, el crujir de los
rieles y el pito de la maquina negra 84, veíamos a los güilas y mujeres
apostadas en las puertas de su casas, con delantales curtidos y panzonas,
pelos crespos y añejas no hacían señales de adiós con los movimiento de
labios y sonrisas francas, delataban sus dientes de oro, pensé de verdad se
gana bien en estos lugares, la mayor parte de los piazas
que viajaban a la par, mostraban sus dentaduras falto y llenos de caries sus
dientes y moviendo sus brazos gritaban a flor de piel carajo.
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Este
era el ramal del ferrocarril, que comprendía Palmar, Golfito, Coto, Laurel y
Bocas del torro en Panamá.
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Nos
bajaron frente al comisariato allá nos esperaba el capataz, un hombre pequeño
y gato, era menudo su contextura dijo llamarse Heriberto Solís, me comento
que era de la zona de Villa Colon, cerca de Alajuela, que estando allá viajo
al puerto del pacifico con su abuelo materno llamado T ática Alpizar,
llevaban café y tamugas de dulces a vender a los ingleses, pero la necesidad
de ganar mas y ayudar a su familia cuya prole eran
8 hermanos, se embarco al sur con otros 2 hermanos que breteaban
en las bananeras y en las tardes cortaban pelos, el otro curaba dolores de
estómagos y muelas.
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Dijo
mira cartaguito tené cuidado
con el fondero, ese lo vas a ver sentado en una mecedora con un paño en el
pescuezo, ay de aquellos que no cancelen los servicios de comida me comento.
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El
capataz nos entrego los cuartos, son 4 por bacher
dijo y moviéndose rápidamente dijo los espero a las 4 a.m. para la
distribución del brete, la fonda era grande en efecto, al fondo se miraba el
fondero meciéndose en la silla y midiendo la estatura y cuerpo de cada uno de
nosotros, como analizando a quien podía amedrentar, escuchando música, nadie
absolutamente nadie podía perturbarlo, cuando uno reclamo el tipo de burra
que sirvieron, arroz, frijoles y banano, casi frió, pregunto en forma seca y
cortante. Quien dijo, Quien dijo,
nadie absolutamente nadie hizo nada, Heriberto que estaba a mi lado me hizo
una seña con el dedo índice que no hablara.
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Afuera
me comento Dios guarde le conteste a ese hombre, es el famoso cubillon, guanacasteco de sepa, hombre peleador, se dice
que usa la oración del Duende solo.
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Jornada de trabajo
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A las
4 a.m. a bretear en los bananales estuviera
lloviendo o no siempre era igual el trabajo, como yardero me correspondió
poner orden en los alrededores de la casa, limpiar gallinero, chapear la
yarda, lavar paredes y hacer drenajes cerca de la construcción.
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En el
campo las famosas cortas, hombres que recibían con sus hombros la fruta, y la
descargaban en una carreta jalada por un chapulín se acostaban la fruta para
ser llevada a los carros del ferrocarril.
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Las
famosas periqueras eran hombres manchados de color verde, debido a la
aplicación de insecticidas, que sin protección alguna trabajaban con
mangueras a presión y rociaban las matas de bananos para protegerlas de la sigatoka, al secarse estos fungicidas su piel y su ropa
se tornaba verde.
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Los
carros se forraban con higuerillas que se sacaba de los tallos secos del banano,
con familias enteras forraban por dentro los distintos carros para acostar el
banano rumbo a Golfito, y no se maltratara.
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El
trabajo era duro para los trabajadores pero se disfrutaba ganando buen dinero
a cambio que se gastaba en el pozo, en las cantinas, debido a estos pagos
quincenales, se comentaban que asaltaban trabajadores cuya pago era bueno
debido a la cantidad de fallecidos encontrados debajo de las hojas de banano.
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Turno
bananero.
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Había
llovido, pero las chozas donde se albergaba la comida y la cerveza estaban
protegidas por los techos de palma que los organizadores habían construido
con esmero.
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Era un
barreal casi parecido a un chiquero, con las botas de hule y los ruedos de
los pantalones incrustados en ella se batía el barro, con la camisa enrollada
al codo y el paquete de cigarros marca León sin filtro, fumaba sin parar y
con la cerveza en la mano izquierda observaba un conato de pleito.
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Había
llegado el más pendenciero de toda la finca, se dejaban decir que era el
coco, un hombre alto pelo lacio y una peineta en la parte trasera de su
cabeza se inflaba la torosa, parte baja de la mandíbula, le decían por apodo
Mario Cholo, y pidiendo hombre a grito se movía en el barrial y con sus botas
salpicaba con fuerza pringando a todo el que estaba cerca; por espacio de
varios minutos se prolongo la búsqueda de su contrincante, no mas, de a quince
metros de distancia había otro, de contextura alta, tez blanca, miraba de
reojo y saboreando poco a poco la cerveza que tenía en sus manos y calculando
el momento preciso para atacarlo, le decían por mote, Mono Dormido, debido a
sus ojos pequeños y hundidos se movía despacio y tranquilo.
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Mario
Cholo, tenía señales de peleas efectuadas como la pérdida de su labio
inferior, arrancado de una mordida y denotaba una sonrisa eterna, su oreja
partida, pómulo saltado y cejas con cicatrices varias, se paseaba con
hidalguía por todo el barreal, en ese momento ninguno de los dos recordaba
que eran compañeros de trabajo, estaban encendidos.
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El
turno era un medio para recoger fondos para el equipo de fútbol de la finca,
mientras tanto yo miraba hacia otro extremo de la barraca para evitar cruzar
la mirada con ambos y poco a poco me fui alejando del lugar.
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A las
siete en punto se empezó el baile peseteado las mejores mujeres vestidas de
gala con colores fluorescentes adornadas con frutas en sus telas como sandía,
bananos y mangos daban una ondulación de colores chillantes que afectaban la
vista, su cuerpo se confundía con la oscuridad y sus enaguas pachucas se le notaba enormes traseros típico de la mujer
guanacasteca y nicaragüense, y al son de la música brincando sobre el barro y
salpicando pantalones y vestidos continuo el turno.
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Relaciones laborales
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La
Compañía Bananera de Costa Rica, era una Transnacional de origen americano y
logro un acuerdo comercial con el gobierno de González Flores de crear un
enclave en las tierras del sur, las autoridades no tenían permiso de ingresar
a sus fincas, era una prohibición. El
beneficio mutuo era dar trabajo a miles de trabajadores de diferentes
nacionalidades.
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A
través de este convenio se explotaría por 100 años las llanuras de Parrita,
Palmar, Piedras Blancas; Coto y Laurel a través de un monocultivo como el oro
verde banano.
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Paso a
paso se fue dejando estelas de pobrezas en cada zona explotada, terrenos
áridos y escasos de nutrientes se termino la riquezas de estas tierras.
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Las
jornadas extenuantes de más 12 horas, seguros de vidas olvidados, centro de
salud escasas, agua de posos sin tratamiento, casas de maderas sin protección
al mosquito, condiciones de educación deplorables a los hijos de los peones.
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Esto
genero la creación del Sindicato de Trabajadores de Golfito que llego a
convertirse en el sindicato más fuerte de Costa Rica, en los años setenta en
las zonas bananeras.
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Antes
y después de la utg.
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El
trato de los funcionarios que manejaban la CBCR, tenían demasiados poder,
gozaban de muchos beneficios para ellos y sus hijos, casas ventiladas, con
cedazos en las ventanas, comidas importadas, escuelas y centro de diversión,
piscinas, luz en sus casas, eran uno de los apuntes enunciados.
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En
comparación con la plebe, vivían en tugurios desprovisto de lo elemental luz
y agua en sus casas, escuelas y otras mejoras, ocasionó el descontento en el
cuadrante.
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Por
los años cuarenta surgió una figura sindical
llamado Isaías Marchena, hombre de tez blanca pequeña, en forma
camuflada ingresaba dejando fuertes mensajes con los cocos de las fincas como
cubillon, negra pollo, come gatos, toro y chano corrales, lograba calar sus mensajes en la clase
trabajadora.
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Estos
sindicalistas triunfaron en la primera huelga bananera, lográndose mejoras en
las casas, jornadas de trabajos, atención médica, servicios sanitarios,
cedazos en las ventanas de las casas y otro.
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En los
años 70 tuvo su mejor participación, se logro los primeros plebiscitos, eran
mejoras en salarios y forma de dirigir los jefes a la clase trabajadora.
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El
Secretario General se convirtió en Señor de las luchas bananeras, nombro
coordinadores por fincas que adquirieron poder y mando, incluso decidían a
quien contratar, afectando las relaciones con la compañía, esto causo que el
sindicato se salió de su misión por la que fue creada, causando desconfianza
en algunos trabajadores.
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La
parte laboral se vio en algunos casos con las manos atadas para tomar
decisiones internas como despido y contrataciones de buenos elementos.
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Abandono de las plantaciones
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En
1984. ya viejo, flaco y enfermo, después de 49 años
laborando en Palmar Sur, un jueves 13 de marzo, recibí la noticia mas triste de mi vida, junto al menor de mis hijos, en la
oficina de finca 13, que estaba despedido,
es triste para un ser humano que desempeño diferentes labores en el
banano cuya empresa fue mi vida, abandonar en forma tan abrupta la plantación
no entendía lo que sucedía en ese momento, pero mi gran amor había
claudicado.
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Con la
salida de la CBCR, el gobierno fue culpable del debacle se produjera en esa
zona, al permitir el Ministro de trabajo que los funcionarios de la citada empresa
no se presentara a negociar, dejando que la huelga se extendiera por 3 meses,
dando paso al desarrollo de la enfermedad llamada sigatoka
negra acabando con los bananales.
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Otro
error del entonces gobierno y cito al ministerio de cultura, fue permitir que
dicha empresa se llevara el ferrocarril que era el acceso al puerto de
Golfito y bocas del torro en Panamá, ésta vía permitía que los productos se
pudieran transportar a los puertos y servia como
medio de transporte a la zona.
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Los
proyectos que continuaron como siembra de cacao, banano y plátano no han
fructificado debido al costo de transporte y ubicación de la zona.
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Como
posible solución para activar la zona es desarrollar el turismo ecológico,
reactivar el aeropuerto, puerto cuyas instalaciones existen, pero hay que
dotarlo de equipos de acuerdo a la época.
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